Cultura sin recursos

Estimada 'consellera'

Dadas las circunstancias, quizá lo más revolucionarlo sería pedirle que no haga nada y que pregunte, mire, escuche, priorice, proponga y debata

Mariàngela Vilallonga, en una imagen de archivo.

Mariàngela Vilallonga, en una imagen de archivo. / periodico

Núria Iceta

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Ay. Estimada 'consellera' Villalonga. La cuarta 'consellera' de Cultura en tres años. La conozco lo suficiente como para alegrarme de su nombramiento después de porras y rumores con el anuncio de la dimisión de la 'consellera' Borràs. Pero me pregunto qué podrá hacer realmente en el tiempo que queda de una legislatura que se intuye, de nuevo, acortada y con presupuestos prorrogados. El calendario de actos ya la condicionará bastante: Sant Jordi, la feria de Buenos Aires, mil invitaciones que deberá atender... Quizás lo más revolucionario sería pedirle que no hiciera nada.

Entiéndame. Imagino que como cualquiera que asume una responsabilidad política, tendrá ilusión e intuiciones de iniciativas que quisiera emprender, pero usted, que ha estudiado los clásicos, que sabe medir el tiempo en siglos y no con el ritmo trepidante de la actualidad, podría iniciar la reflexión inaplazable sobre dónde queremos ir y cómo.

Me explico. Es que todo son migajas, 'consellera'. Lo explicaba gráficamente Maria Bohigas en el 60º aniversario de Club Editor: la 'conselleria' destinará este año 300.000 euros a la traducción de obras literarias al catalán; una cantidad que equivale al coste de dos coches eléctricos del Ayuntamiento de Sabadell. Necesitamos a alguien que tenga en la cabeza todo lo que se está haciendo, desde la Administración y desde el sector privado, y ver cómo colaborar de manera eficaz para hacer avanzar la cultura en nuestro país. Ya nadie se atreve a hablar de Política Cultural, con mayúsculas. ¡Y es más necesaria que nunca! Hemos medido demasiado la política en legislaturas. La fragmentación, el cortoplacismo, el reparto de competencias, los intereses espurios, el papeleo, hay mucho que replantearse. Debemos muscular las estructuras de Estado culturales, que sacamos el hígado por la boca. Pregunte. Mire. Escuche. Priorice. Proponga. Debata.

Esta reflexión de largo alcance, sobre objetivos e instrumentos, no tendrá tiempo de terminarla, pero le pasaría lo mismo con cualquier otra medida de gobierno y en cambio podría ser determinante para el futuro.