El fenómeno de los manteros

Los manteros, otra vez en el ojo del huracán

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(Aunque no comparte opiniones e interpretaciones expresadas en este texto en relación a informaciones sobre el funcionamiento del ‘top manta’, este diario atiende con la publicación de esta nota al derecho de réplica solicitado por los colectivos firmantes)

"En un artículo publicado el domingo 24 de febrero en EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, uno de los medios de referencia de nuestro país, se vertían acusaciones injustificadas sobre un "grupo islámico" que controlaría la voluntad de los vendedores ambulantes senegaleses. Anunciado en grandes titulares, el mencionado artículo encendía todas las alarmas cuando describía literalmente a la cofradía musulmana Muridiyya como una "organización criminal". Puesto que la cabecera de este medio alude orgullosamente a sus lectores como "gente comprometida", es desde esa condición que deseamos denunciar las inexactitudes que contiene esa información.

En primer lugar, constatamos con tristeza que el artículo se refiere al islam en términos incriminatorios. No es una novedad. Ahora bien, hasta el momento los inmigrantes senegaleses que se dedican a la venta ambulante se zafaban de las acusaciones islamófobas. Sufrían, por supuesto, una racialización humillante, el encasillamiento en la categoría de "negros" que hace de ellos un colectivo inferior, preso de sus instintos y falto de voluntad, asimilado a esas "bandadas de estorninos" a las que alude el artículo, animales sin conciencia guiados por una lógica secreta. Sin embargo, y para nuestra perplejidad, esta vez su delito adopta nuevos matices, pues se esgrime su condición de musulmanes, su pertenencia a una cofradía religiosa, como prueba de su pecado. La Muridiyya presentaría indicios de criminalidad porque sus adeptos practican la ayuda mutua, se ofrecen para alojar en sus modestos hogares a los recién llegados y muestran respeto por sus mayores. La solidaridad de los excluidos convertida en conducta desviada, en anomalía cultural, en objeto de escrutinio. Para nuestra sorpresa, el artículo apenas incluye alusiones a la extrema precariedad en la que viven esas personas como consecuencia de la situación de irregularidad a la que les aboca la normativa europea. La obediencia ciega, la ley del silencio o la falta de conciencia ante la comisión de un delito –la venta ilegal- de las que, según parece, harían gala los adeptos, serían el efecto resultante de su afiliación a una comunidad confesional. A tenor del titular publicado, el islam doblega el espíritu de unos adeptos que se rinden, autómatas, a las exigencias de un orden inefable.

La mayor cofradía al sur del Sáhara

En segundo lugar, nos parece preocupante que el desconocimiento que exhibe la noticia haya superado los canales de verificación que, a buen seguro, tendrá la redacción de ese medio. Una simple triangulación habría bastado, por ejemplo, para constatar que la Muridiyya no es "la mayor cofradía del Islam al sur del Sáhara" o que calificar a una cofradía de "integrista y moderada" es un oxímoron de difícil digestión. Abrir unas breves consultas habría servido para comprender que las vías místicas del islam, las órdenes sufíes, hunden sus raíces en el deseo íntimo del adepto por poner en practica cuantos ritos le aproximen a una comprensión intuitiva de la divinidad, aspiración que solo parece posible acometer con discreción y humildad. El retraimiento no es, pues, la aviesa táctica de una organización criminal, diseñada para responder a los requerimientos policiales, sino un rasgo distintivo de todas las tradiciones místicas, que acaso se incentiva bajo un clima de hostilidad.

Alguien podría pensar que el menosprecio que la crónica parece mostrar por una comunidad organizada sobre una base confesional, lo que habitualmente llamamos “religión”, es en realidad un sesgo secularista, un signo de desconfianza ante prácticas religiosas que no se comprenden y que se consideran, al fin y al cabo, anacrónicas. Porque, en efecto, ¿qué es lo que diferencia a la Muridiyya de cualquier otra afiliación religiosa, sean Opus Dei, budistas, Testigos de Jehová o Hermanitas Descalzas? ¿Acaso esos otros colectivos no establecen vínculos fraternales entre cofrades, no se solidarizan para hacer frente a las exigencias de la vida cotidiana? ¿No parecen sus acólitos estar guiados por unas reglas insondables que procuran manejar con discreción? La respuesta es simple: no se diferencian en nada, excepto en que la mayoría de los miembros de la Muridiyya que viven en Barcelona son pobres, negros y, ahora también, musulmanes.

El estigma racial que soportan los inmigrantes subsaharianos es una infamia, pero el hecho de que ahora se reclame su adhesión al islam místico como agravante, y que de inmediato se vean conminados a justificarse ante la violencia que se les presupone, añade un complemento perverso a la discriminación que padecen. No era suficiente con que sufrieran el oprobio de ser un colectivo racializado, con ser negros en un mundo hecho por y para blancos, sino que ahora también recae sobre ellos la insólita imputación de ser musulmanes. Si antes su negritud les predisponía al delito, ahora su musulmanidad les familiariza con la violencia. Si esas invocaciones estereotipadas a una supuesta inclinación criminal de los manteros no son gratuitas; si constituyen por el contrario el anuncio de una nueva oleada de represión ante el horizonte inminente de unas elecciones municipales, debemos exigir mayor dosis de responsabilidad a los medios. Al fin y al cabo formamos parte de esos lectores comprometidos a los que afirma dirigirse EL PERIÓDICO, y nos gustaría que un medio que respetamos velase por satisfacer ese lema con la mayor pulcritud posible.

Firmantes: Federación de las Dahiras Sufís Muridiyya de España, Federació de les Dahires Sufís de Catalunya (Bidayatul Xitma), ACRS (Associació Catalana de Residents Senegalesos), CASC (Coordinadora de les Associacions Senegalesas de Catalunya), Sindicat Popular de Venedors Ambulants de Barcelona, Sindicato de Manteros y Lateros de Madrid, Espai de l'Immigrant GRECS (Grup de Recerca sobre la Exclusió i Control Socials), SAFI (Stop als Fenomens lslamòfobs), OACU (Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà), GESA (Grup d'Estudis de les Societats Africanes), ISOR (Investigacions en Sociologia de la Religió), ICA (Institut Català d'Antropologia), OVQ (Observatori de la Vida Quotidiana), SODEPAU (Solidaritat, Desenvolupament i Pau), IRIDIA (Centre per la Defensa dels Drets Humans), COOPGROS, Sccl., La Negreta Feminista, Masala (Revista d'Informació, Denúncia i Crítica Social), Virus Editorial