el cierre

Valverde es valiente

Que el Madrid rematara más que el Barça no significa que los azulgranas plantearan un partido conservador en el Bernabéu

Valverde y Suárez en el partido de Copa ante el Madrid.

Valverde y Suárez en el partido de Copa ante el Madrid. / periodico

Axel Torres

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He leído tras el Clásico del miércoles que la pegada ha cambiado de bando. Que el Barcelona de Valverde es ahora aquel Madrid de antaño que jugaba mal y ganaba porque la metía pese a no tener continuidad en el juego ni imponerse al rival con la pelota. Pero ni esa fue su intención ni venció desde la clásica posición del equipo inferior que defiende y espera. Conviene subrayarlo porque algunas crónicas y análisis deslizan ideas que lo alejan del protagonismo indiscutible que quiso asumir en Chamartín desde el pitido inicial. No hablo de méritos o deméritos: reivindico que su aproximación al encuentro fue atrevida y que si bordeó la catástrofe en el primer tiempo fue, precisamente, porque se expuso y quiso mandar.

El cuadro de Solari tuvo bastantes más ocasiones que el Barcelona, pero prácticamente todas las generó al contragolpe. No creó oportunidades por acoso y derribo, sino porque robaba el balón y explotaba los espacios que dejaba un adversario que arriesgaba y que buscaba presionar arriba para recuperar en campo contrario. Incluso en la primera parte, aquella en la que el Madrid llegó más y en la que el Barcelona no tiró a puerta, fue el conjunto de Valverde el que asumió la iniciativa y el local el que decidió replegar aprovechando que el 0-0 le beneficiaba. Confió Solari en que la velocidad de Vinícius le permitiría ganar el duelo y el plan casi le salió bien porque, en efecto, la posesión azulgrana fue improductiva y muy poco profunda, y porque a base de vértigo y transiciones todos los disparos peligrosos fueron blancos. El Madrid falló en la finalización, es cierto, pero en un guion en el que pretendía ganar explotando precisamente la pegada.

Tras la reanudación, Valverde intervino con mucho acierto, al igual que había ocurrido en Sevilla. Son dos partidos que refuerzan su figura como corrector en mitad de los duelos, una faceta nada sencilla y en la que destaca especialmente el técnico azulgrana. Entendió que frente a un rival que bloqueaba pases interiores su circulación de balón carecía del ritmo y de la imaginación suficientes para desbordar, por lo que invitó al Madrid a abrirse un poco más y probó de ser él el que pudiera correr. Con Messi en una versión mucho más discreta que la del Sánchez Pizjuán, Dembélé fue el puñal que explotó los nuevos espacios y Suárez acertó en la primera oportunidad. Desde ese momento todo cambió. El Barça se dedicó a defender con el balón y ahí sí sus posesiones fueron mucho más efectivas que las del primer tiempo, ya que se ordenó y sobre todo fue minando la moral de un adversario que acabó mentalmente derrotado.

Conclusiones precipitadas

Es este un equipo que destruye cada semana nuevas conclusiones precipitadas. Suárez estaba acabado tras Lyon y ha marcado tres goles en los dos siguientes encuentros. Sin Messi el Barça era una vulgaridad después de Sevilla y sin que él sobresaliera venció en el Bernabéu por 0-3. Sorprende que, tras un año y medio en el que la fiabilidad ha sido la constante salvo una única noche en Roma, a Valverde se le discuta cada cuatro días, incluso cuando golea en su campo al campeón de las tres últimas Copas de Europa.