ANÁLISIS
Suárez, ese dolor de cabeza
El uruguayo, dice Valverde, lleva de cráneo a los defensas rivales pero últimamente parece presa de una muy visible ansiedad
Albert Guasch
Periodista
Albert Guasch
No se puede acusar a Luis Suárez de deambular como un pensionista sobre el campo. Se enzarza en refriegas físicas como si le hubieran levantado la cartera, se ofrece siempre con la ansiedad desbocada y busca la portería con la desesperación de un hombre necesitado. Ni siquiera disimula que le va la vida con el gol. Se le niega como si fuera víctima de una conjura astral. Y se come los puños por ello. Lo que ocurre es que todo este denodado esfuerzo lo emprende con una subrayada torpeza desde hace algunos partidos. Su permanente sequía en Europa se prolonga como parte amarga del relato de esta eliminatoria.
Siempre hace falta un debate en can Barça. Sobre Suárez, se puede contar ello, pivotarán los próximas conversaciones públicas. "Todo es mental", le diría seguramente Johan Cruyff. No se entiende que un goleador tan resolutivo a lo largo de los tiempos lleve 16 partidos sin marcar en Europa. Desde septiembre del 2015 que no anota fuera del nido propio en la Champions. Datos fríos escalofriantes, acompañados ayer por una actuación escasamente lúcida. Trastabillea y se desequilibra como si le fueran grandes los zapatos, dos números como mínimo. Si no es presa de su ansiedad, se lo parece.
Activar y desactivar
La cosa mental no se reduce al comportamiento individual. El Barça parece ser capaz de hincharse y deshincharse como uno de esos muñecos frente a un taller de neumáticos. Aprieta un botón y se activa hasta mostrarse vigoroso; aprieta otro y cumple entre bostezos. No es fácil. No es lo habitual. Estimularse a la carta no suele recomendarse. Pero el conjunto de Ernesto Valverde se resarció de actuaciones recientes apáticas. Será el botón de la Champions.
Le falló el punto de mira, pero escupió lava para arrasar el marco francés. No sucedió. El área del Lyon se convirtió en una pista en la que aterrizaron abundantes ocasiones. Bien el cuadro azulgrana en la creación de juego y sobre todo en la rápida recuperación. Busquets vuelve a parecerse a sí mismo, dicho sea de paso.
Pero falló en esa zona en la que Suárez nos ha acostumbrado a sobresalir. Si hubo un día en que se mereció el cambio fue ayer (y no Dembélé), pero Valverde aún es súbdito de sus precauciones jerárquicas. "Es un dolor de cabeza para las defensas", le defendió el entrenador a la par que se justificaba a sí mismo. La cuestión es que ahora el uruguayo es también un dolor de cabeza en Barcelona. Urge que sea de los que pasan pronto. A esta eliminatoria le quedan duras refriegas.
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