Pequeño observatorio

Hablando la gente sabe que está viva

Es muy probable que detrás de un gran charlatán se esconda un gran inseguro

La redacción de El Periódico de Catalunya, en 1978.

La redacción de El Periódico de Catalunya, en 1978.

Josep Maria Espinàs

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Hace ya muchos años –por lo menos a mí me lo parece– había en las redacciones de los diarios unos poderosos y ruidosos teclados. Ahora esto ha cambiado. Si no me equivoco, porque hace ya tiempo que no he estado en ninguna redacción. Pero aún veo la escena del periodista tecleando con una extraordinaria rapidez. De aquellos tiempos en los que yo todavía iba a las redacciones, porque solo pasaba por ellas de vez en cuando, ya que siempre he escrito o en mi casa o en un bar, recuerdo a algunos periodistas que mientras tecleaban con una gran seguridad mantenían una conversación con uno de sus colegas. Eran capaces de perseguir al tiempo, y lo atrapaban.

Yo no quería molestar, pero cuando me veían no necesitaban detenerse para preguntarme si quería algo. ¿Es que cuando escribían veían todo lo que sucedía a su alrededor? Aquellos periodistas me parecían increíbles. Parecía que sabían poner en marcha todos los sentidos simultáneamente. Allí descubrí que la capacidad de aislarse es muy importante. Y conseguir esto no es fácil, porque muy a menudo no depende de uno mismo. 

A mí me molesta cuando me llaman por teléfono mientras estoy escribiendo, porque puedo perder el hilo de lo que estaba pensando. Al periodista, en cambio, lo interrumpen continuamente mientras redacta una noticia. Un periodista ha de tener paciencia.

De hecho, todos tenemos que tener paciencia. Puede suceder que encontremos por la calle a un antiguo compañero de estudios, que nos abraza y nos lo explica todo. Que vive en Terrassa, que tiene cuatro hijos, que el mayor tiene mucha cabeza. ¿Qué opinas del Barça? Yo camino cada día, que es muy sano,  ahora hará tantos años que me casé, ¿tú aún escribes cositas?, yo hago gimnasia, que es muy sano. 

La gente tiene una necesidad muy profunda de sentirse vivo. Por lo menos, de vez en cuando.

De hecho, un gran charlatán podría ser un gran inseguro.