Dinero público

Catálogo de hipocresías

No se pueden dedicar más recursos a las campañas publicitarias de una acción que a la acción en sí misma

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metro-plaza-espaa / JULIO CARBÓ

Núria Iceta

Núria Iceta

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En un mundo que aparentemente facilita tanto las comunicaciones como el nuestro, caer en la trampa de la banalización, la falsedad, la inoportunidad, la infantilización y otras pandemias es demasiado fácil. A todos nos pasa un día u otro, pero de todo el catálogo de hipocresías la que me revienta especialmente es la que se explota desde las instituciones.

A mí me parece que no se pueden dedicar más recursos a las campañas publicitarias de una acción que a la acción en sí misma. Tiene que haber proporcionalidad y sobre todo tienen que servir para algo. Hace unas semanas vi unas banderolas llamativas en la calle de Balmes que anunciaban una supuesta exposición sin decir donde se hacía. Más tarde por otros canales entendí que 'Mirades del verd' era una exposición itinerante sobre espacios verdes en la ciudad. Teniendo presente que son bien pocos y la cantidad de microacciones en todos los barrios que se podrían hacer sin demasiado esfuerzo la campaña resulta como mínimo desconcertante. Me pasó lo mismo semanas después con el anuncio omnipresente de un premio de comunicación social que lleva el nombre de Montserrat Roig, nada menos. Seguramente, aparte de la dotación para el ganador el premio debía estar muy repartido en inserciones publicitarias.

Y ¿qué decir de la última campaña sobre el reciclaje? Diría que roza el cinismo cuando culpabiliza a la ciudadanía de la catástrofe ecológica. Propongo un ejercicio muy simple, dime tú qué haces, qué medios destinas, qué favoreces con tus políticas y pídeme, entonces, solo entonces, que me sume, porque en este punto la colaboración (y hasta la campaña institucional) tendrán sentido.

Ya me perdonaran la acritud, pero no sé si necesito que el 'community manager' de TMB me despierte el lunes para preguntarme si me he portado bien el fin de semana. ¿Podemos dejarnos de tonterías? La exigencia ética de lo público pasa por poner el respeto al ciudadano por encima de todo, y recordárnoslo constantemente. Ah, y si se acercan elecciones, ya nos podemos preparar.