El juicio del 'procés'

Una realidad lacerante

Cada día decenas de presos preventivos recorren España en hostiles furgonas de la Guardia Civil

Llegada de los presos a  Soto del Real

Llegada de los presos a Soto del Real / periodico

Albert Sáez

Albert Sáez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cada día, decenas de presos preventivos recorren España en hostiles furgonas de la Guardia Civil para acudir a los juzgados donde deben comparecer. Nadie les presta atención. Muchos abogados han denunciado en múltiples ocasiones lo injusto de su situación. El movimento de la justicia restitutiva, opuesto a la punitiva, cuestiona sistemáticamente la prisón preventiva que considera que debería estar circunscrita a los delitos de sangre cuando los acusados han sido cazados de manera flagrante. Este viernes, muchos catalanes vivieron en directo las peripecias de nueve políticos que llevan meses en prisión preventiva. Y en muchos casos lo interpretaron como un ultraje a sus ideas. La mayoría de los que en esta ocasión sintieron este trato como vejatorio no se habían ocupado jamás de los dramas de los preventivos en España. Algunos lo interpretan como un agravio, pero lo cierto es que la convulsión independentista está alejando a mucha gente del orden basado en la ocultación y en la vejación. Los presos preventivos existen para evitar la reiteración delictiva pero también son unos instrumentos de intimidación del Estado frente a los que considera delincuentes, aún antes de juzgarlos. Esa altaneria del Supremo que tanto enerva estos días a los independentistas es el día a día de los acusados de terrorismo, de narcotráfico o de blanqueo de capitales como ocurre en el caso de Sandro Rosell

El deep state español optó en octubre de 2017 por la vía del escarmiento. Consideró que el autogobierno catalán había utilizado torticeramente las instituciones fruto del pacto constitucional para desafiarles. Y optó por buscar antes la venganza que la convivenciaRajoy activó los mecanismos para hacerlo posible y posteriormente Pedro Sánchez ha querido enderezar esa tosca maniobra consciente de los costes indirectos que tenía. Para el juicio ha llegado tarde, muy tarde. Y ahora solo le queda arreglar en los spots lo que se agrieta en los tribunales: el prestigio de la democracia española. Veremos como resiste esa inmersión de las clases medias en la lógica del Estado.