CRISIS EN VENEZUELA

Bolívar en su diván

Venezuela no podrá regresar a la senda democrática sin abandonar el sentido patrimonialista del poder y el caudillismo

Cristina Manzano

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Cuenta Carlos Oteyza en su documental 'CAP 2 intentos' el  ascenso y caída de Carlos Andrés Pérez, el presidente que llevó a Venezuela a su cima más alta, y el que puso las bases para su inexorable deriva hacia el abismo en el que se encuentra hoy.

A partir de imágenes de archivo y entrevistas con protagonistas de todo cuño, narra cómo el carismático político venezolano transformó el país en su primer mandato (1974-1979). Aupado por las exportaciones de petróleo, en pleno embargo de crudo árabe, aprovechó para construir grandes infraestructuras, consolidar la clase media, financiar becas a jóvenes estudiantes en las más prestigiosas universidades del mundo, colocar a su país en la órbita internacional y crear la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA). 

Diez años más tarde, cuando inicia su segundo mandato (1989-1993) la coyuntura había cambiado radicalmente y sus políticas también lo hicieron. El resultado: austeridad, malestar económico y social, dos intentos de golpe de Estado (en el primero participó Hugo Chávez) y destitución por malversación. Ascenso y caída. Todo un símbolo de la tragedia del país.

Despilfarro de la riqueza natural

Oteyza se ha convertido en el autor-director que mejor ha narrado en imágenes la historia del petróleo en Venezuela. Esa historia que los expertos han bautizado como “la maldición de los recursos” “la enfermedad holandesa”  y que, en realidad, se traduce en el abuso, apropiación y despilfarro de la riqueza natural a manos de unos pocos. No es el primer lugar donde ocurre, ni será el último. Pero sí es ahora mismo el más sangrante, por lo difícil que resulta comprender la dramática situación de un pueblo que tiene en su tierra y en su mar las mayores reservas petroleras del mundo.

En un momento de su biografía política, a CAP le salió el caudillo que llevaba dentro. Puede parecer un tópico, pero la historia venezolana –y en buena medida la latinoamericana- está llena de ellos. Son todos hijos de Simón Bolívar. La gran paradoja: el libertador, que dejó un legado de apego a un gobierno fuerte y a un autoritarismo paternalista. Padre político y espiritual de Hugo Chávez, su alumno más orgulloso y aventajado; y de Nicolás Maduro, que no pasa de incompetente aspirante.

Es probable que haya sido también ese agudizado caudillismo, esa fe en el poder individual, el que haya impedido hasta ahora –con algún breve paréntesis- que la oposición venezolana se uniera en torno a un líder en la disputa democrática por las instituciones.

En estos momentos sigue siendo imposible dilucidar cómo se resolverá la actual crisis. No parece fácil que el régimen entre en razón y permita convocar elecciones con todas sus garantías, pero la presión externa y la unidad interna podrían acabar teniendo un efecto positivo. Ojalá que las fuerzas opositoras sean capaces de mantener el impulso que les ha llevado a unirse en torno a Juan Guaidó; sin abandonar el sentido patrimonialista del poder y el caudillismo Venezuela no podrá regresar a la senda democrática. Bolívar tuvo su papel hace 200 años. Es hora de dejarlo atrás.