ANÁLISIS
La inaudita unanimidad con De Jong
De Jong toca la fibra del barcelonismo romántico porque evoca a Cruyff, el fútbol total y la pureza holandesa, pero el coste de la operacion se cobrará probablemente alguna víctima ilustre
Albert Guasch
Periodista
Albert Guasch
Contó Frenkie De Jong en una reciente entrevista en 'The Guardian' la importancia de la intuición en su juego. "Intento tener una foto cuando recibo el balón de dónde está situado todo el mundo. Es una de las cosas que más valoro en un centrocampista".
La foto de valor se vio ayer. De Jong entre Josep Maria Bartomeu y Òscar Grau, felices, bolígrafo en la mano y un valiosísimo contrato delante. En un mundo polarizado de abundancia de opiniones, De Jong ha conseguido algo inaudito: unanimidad de que se trata de un fichaje extraordinario, capital en la construcción del Barça del futuro. Es como luz tras las tinieblas: la intuición te dice que hay que seguirla.
Es un centrocampista de esencias holandesas que evoca a Cruyff, al fútbol total, al nacimiento y perfeccionamiento de un estilo que complace y enorgullece al barcelonismo romántico. El elegante De Jong fomenta las esperanzas de que lo que viene después puede estar también muy bien.
Revertir una mala situación
La cúpula del Barça se apuntó a esa idea rondante de que se trata de un futbolista imprescindible. Bartomeu lo dejó todo la semana pasada y también ayer para volar a Amsterdam y revertir una operación que se escurría de las manos azulgranas como una trucha silvestre.
Bartomeu se puso al frente y se recupera con excelencia del doloroso impacto de hace siete meses de perder a Griezmann cuando creía tenerlo atado como un burro a la puerta del baile, que diría la canción. El fichaje aporta al presidente azulgrana una satisfacción añadida: le ha ganado al fin un pulso titánico al Paris SG. Si no es la venganza tan largamente ansiada por lo de Neymar, se le acerca mucho.
El influjo de Messi
Bartomeu debía volver, por tanto, muy feliz de su viaje holandés, reforzada su autoestima de conseguidor. Conviene preguntarse si se sentía igual Òscar Grau, el señor que debe cuadrar los cerca de mil millones de ingresos y otros tantos de gastos en el FC Barcelona. Los presumibles 86 millones, más un salario de la franja alta, convierten a De Jong en el portador de un revólver con una bala. O dos. A alguien hay que matar / traspasar.
En la rifa sobresalen nombres de centrocampistas, de Rakitic y Coutinho en particular. Es necesario hacer caja y es vital limitar el gasto salarial de la plantilla, que roza la línea roja del 70% del presupuesto.
Pero esas son tareas oscuras y semi solitarias de un CEO rumiante que no puede ni debe frenar el impulso emocional de una contratación que en parte cabe también atribuir a la carta Messi que lleva siempre en su baraja Bartomeu. Esta vez le ha funcionado. El argentino ejerce un influjo de seducción aún poderoso, salvo que uno se llame Griezmann y se asuste. Una oportunidad histórica que De Jong, dicen que maduro en lo personal, no ha dejado escapar.
En la entrevista en 'The Guardian' antes citada el mediocampista duda de que la intuición en el campo se pueda aprender. Se tiene o no se tiene. La unánime intuicion azulgrana hoy es que De Jong triunfará.
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