Al contrataque
La tribu de la esperanza
Comparto con Coixet la fe en revertir un mundo en el que es más fácil dejarse arrastrar por la opinión de los demás que tener una propia, destruir que construir
Carles Francino
Periodista
Carles Francino
Tengo debilidad por Isabel Coixet, no voy a ocultarlo. Por lo que hace, por cómo lo hace y por la forma en que defiende sus ideas. No es que seamos amigos porque tampoco nos conocemos tanto, pero es un tipo de persona y de creadora que me genera mucho respeto. Me huelo que no lo debe de haber tenido siempre fácil en la vida y me parece inconcebible que a alguien como ella se la llegara a lapidar (en sentido figurado, afortunadamente) por <strong>no comulgar con la independencia de Catalunya</strong>; y sobre todo por criticar la forma en la que algunos intentaron, en el triste otoño del 2017, imponer un modelo para el que no contaban -y siguen sin contar- con suficientes apoyos.
Somos muchos los que pensamos así, pero tal vez su proyección pública y las pocas ganas de quedarse callada la convirtieron en presa fácil de los más cerriles en unos momentos especialmente complicados. Recordaré para hiperventilados -aunque tampoco servirá de mucho- y olvidadizos que la desidia política del Gobierno de Mariano Rajoy primero, la <strong>vergonzosa actuación policial</strong> después y el encarnizamiento judicial por último, me parecen horrorosos; pero nada de eso me vale como coartada para justificar el unilateralismo que insiste en seguir cabalgando.
La historia de Elisa y Marcela
Por eso estaba con Coixet entonces; pero es que ahora tengo nuevos motivos para renovar ese sentimiento de afinidad. Primero porque ha conseguido levantar un proyecto que le ha costado años: <strong>'Elisa y Marcela'</strong>, la historia de dos maestras gallegas que se casaron en 1901 aunque simulando que una de las dos era un hombre. Su odisea de fugas, detenciones, el coraje que le echaron para intentar vivir como deseaban y el precio que tuvieron que pagar es algo que merece la pena ser contado y Coixet ha conseguido hacerlo.
Pero es que justo hace unos días, en 'El País', la directora catalana publicaba un artículo sobre el bombardeo informativo y publicitario de todo tipo que nos está taladrando las neuronas y concluía con un retrato de nuestro mundo que me permito reproducir aquí: "Es más fácil dejarte arrastrar por la opinión de los demás que tener una opinión propia. Es más fácil vivir como te dicen que vivas, que vivir como realmente piensas que debes vivir. Es más fácil destruir -la convivencia, la ética, los derechos humanos- que construir. Es más fácil el exabrupto que el silencio. Y es más fácil el silencio cómplice que decir lo que realmente piensas".
Amén. Coixet añadía a esa descripción de nuestro paisaje cotidiano la esperanza -y la necesidad- de creer que todo eso es reversible. Pienso que ella sabe -como yo- que no será fácil que asistamos a esa reconversión, pero me apunto. ¿Hay alguien más?.
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