ANÁLISIS

La llave independentista

El presupuesto es un instrumento político para que Sánchez resista en la Moncloa con sus 84 diputados o bien un cartel electoral para explicar a la ciudadanía su programa cara a elecciones

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Olga Grau

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Ya están aquí los Presupuestos de Pedro Sánchez concebidos ideológicamente para terminar la legislatura, seducir a los independentistas y combatir el malestar detrás del que se oculta el voto creciente a los ultras. Las cuentas, que nadie sabe si se van a aprobar porque solo cuentan por el momento con el apoyo de Podemos, están construidas sobre un escenario de menor crecimiento económico (2,2%) y peor perspectiva de paro, pero con una previsión récord de ingresos tributarios.

De entrada, esta es la primera gran contradicción de las cuentas, y seguro que llamará la atención de Bruselas, ya que con un escenario menos boyante se prevé que la recaudación tributaria alcance en el 2019 los 227.356 millones de euros, lo que supone un récord histórico que se sitúa el 9,5% por encima de la cifra lograda en el 2018, de acuerdo al avance de liquidación.

Resistir en la Moncloa o como cartel electoral

La clave del aumento de ingresos será, por tanto, los impuestos. El Gobierno ha incluido en estas cuentas los ingresos que obtendrá por la tasa a las tecnológicas, por el impuesto de sociedades del 15% a las empresas que facturen más de 20 millones, por el aumento del IRPF a los que ingresen más de 140.000 euros, el impuesto a las transacciones financieras y la eliminación de las bonificaciones al diésel de los particulares.

Pero más allá de las cifras más o menos creíbles, quizá lo más interesante de estas cuentas sea quién las va a aprobar. Se trata de un Presupuesto que se vende como el más social de la historia, aunque probablemente por encima de esto sea el más político. Un instrumento para que Sánchez resista en la Moncloa con sus 84 diputados o bien un cartel electoral para explicar a la ciudadanía su programa cara a futuras y no muy lejanas elecciones. 

Los caramelos que ofrece Sánchez a ERC y PDECat para lograr su apoyo son la promesa de cumplir por primera vez en la historia con la disposición adicional tercera del Estatut de Catalunya, que determina que las inversiones que recibe Catalunya del Estado deben tener una correlación con el peso de la economía catalana en el PIB del conjunto del Estado, o sea, deben ser el 18% del total del pastel. Ante tantos incumplimientos históricos, los partidos independentistas han acogido la oferta positivamente, pero aseguran que han superado la pantalla del 'peix al cove' en el que se negociaban mejoras económicas para la autonomía a cambio de sus votos y se encuentran en otra pantalla en la que piden una negociación bilateral política sobre cuestiones como el referéndum pactado.

Se puede dar además la circunstancia de que la inversión presupuestada y ejecutada que reciba finalmente Catalunya del Estado en el primer año, por fin, en el que se cumple el Estatut, sea más baja que en anteriores ejercicios. ¿Por qué? Porque la partida de inversiones prevista este año será más baja, en detrimento del gasto social, por lo que el pastel a repartir es menor. Es probable que desde las filas independentistas se escuche algún lamento: "Tantos años esperando para esto". Un argumento más que pueden usar para decir que no.