Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA

Juan Carlos Ortega

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Comida de fondo

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A todos nos ha pasado. Resulta inevitable. Vas a un restaurante y, de fondo, una música muy fea te acompaña durante la cena. Has elegido el primer plato, el segundo, el postre, el vino, pero no esa música, que ha sido seleccionada por un ser humano que considera que esas feísimas melodías van a entusiasmarte.

Uno de los trucos más eficaces para detectar injusticias consiste en darle la vuelta a las cosas. Es una técnica cuya validez ha sido confirmada a lo largo de los siglos. Por tanto, vamos a voltear la situación anterior, en la que decides comer tranquilamente y te obligan a escuchar música e imaginemos la escena contraria: asistes ilusionado a un concierto y te obligan a comer aunque no te apetezca en absoluto.

Visualízalo. Son las 8 de la tarde. Tienes dos entradas para ir a ver la tercera sinfonía de Brahms con tu pareja. Miráis el número de vuestra butaca en las entradas y, llenos de ilusión, os sentáis. Aparece la orquesta y aplaudís entusiasmados por lo que os espera. El director mueve la batuta. Los violines tocan el primer acorde y entonces ocurre la tragedia: unos camareros, por detrás, os van poniendo a la fuerza comida en la boca. No sabéis qué hacer ni entendéis nada. "Comed esto", os susurra al oído el hombre mientras, con su mano enguantada, os mete con violencia en la boca una tortilla de espinacas.

Tu pareja y tú os miráis aturdidos. "Hemos venido a escuchar música", le soltáis al hombre, pero él, sin alterarse, os informa de que en esta sala de conciertos hay comida de fondo. Acaba el primer movimiento de la sinfonía, y las toses habituales de los conciertos se transforman en el desagradable sonido de 300 personas masticando. Comienza el segundo movimiento, pero nadie puede disfrutar ese maravilloso andante porque os obligan a comer el segundo plato: una receta novedosa creada por un cocinero youtuber de 14 años.

¿Verdad que sería indignante que os obligaran a comer cuando queréis escuchar música? Pues igual de molesto es que te obliguen a escuchar música cuando lo que quieres es ir a comer tranquilamente.

¿Y las piscinas? ¿No os ha pasado? Los rayos de sol os llegan a la cara después de atravesar los ocho minutos luz que nos separan de nuestra querida estrella. Todo podría ser plácido y hermoso si no fuera por esa estúpida música. Te has ido a bañar, pero te obligan a oír música fastidiosa. ¿Os lo imagináis al revés? Vais a un concierto y os obligan a bañaros. El tercer movimiento de la tercera sinfonía de Brahms, tan bonito, tan tuyo y de tu pareja, y justo entonces, del techo del auditorio, os empiezan a regar con agua fría. "Es que en esta sala de conciertos hay agua de fondo", os aclaran cuando decidís quejaros.

Queridos dueños de restaurantes: queremos comer, y solo comer en vuestros locales. Adorados propietarios de piscinas: queremos tomar el sol y bañarnos en vuestras instalaciones, y solo eso. La música, si os parece, la llevamos nosotros en Spotify. Gracias y feliz año.