TRIBUNA

'Likes' y espíritu navideño

Los momentos de reencuentro familiar sobrepasan el comedor filtrándose a través de infinitos álbumes e historias de Instagram

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

LILIANA ARROYO

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La Navidad es diferente desde que tenemos redes sociales. Los momentos de reencuentro familiar sobrepasan el comedor filtrándose a través de infinitos álbumes e historias de Instagram. Colgamos fotos de los aperitivos y las decoraciones, incluso vídeos del unboxing de cada regalo. Los móviles se convierten en un invitado más, porque nos permiten traer a la mesa aquellos con los que también querríamos estar. Es un ejemplo más que lo virtual también es real y se funde con lo físico.

Además lo digital no entiende de geografías, ni de momentos oportunos, así que los días de fiesta y descanso dejan de ser sinónimo de desconexión. Como todo va de despilfarro estos días, nuestra actividad digital también. Lo dicen las notificaciones y las compañías telefónicas: el 24 y el 25 de diciembre prácticamente se duplica el tráfico de datos. Jamás habíamos enviado tantos buenos deseos cuando escribíamos postales, pero la ausencia de barreras nos alimenta la generosidad.

El momento selfi

Nuestras vacaciones también cambian. Nos escapamos estos días para despojarnos de rutinas y horarios habituales, pero cuesta dejar en casa el momento selfi. Hemos descubierto la dulce sensación de estar siempre disponibles y compartiendo desde cualquier rincón. Elegir el destino para escaparnos estos días en función de las oportunidades de conseguir fotos originales o de parajes inexplorados empieza a ser un criterio importante para los 'millennials'. En el Reino Unido un 40% elige destinos 'Instagrameables' y con acceso a wi-fi.

Primero porque nos asusta perdernos cosas (conocido como Fear of Missing Out, FOMO) y nos encanta ver las reacciones a nuestras provocaciones en forma de lugar maravilloso o delicia gastronómica a punto de morder. Nos parece que la vida vale la pena si la compartimos y si las cosas no salen como queríamos, siempre tenemos una segunda oportunidad – digital-,  para contarlas a nuestra manera. Y segundo porque tiene premio: los 'likes' nos inyectan dopamina, un neurotransmisor relacionado con las interacciones sociales y el refuerzo positivo.

Una nueva necesidad

Y ahí es donde la virtud deviene necesidad: hemos descubierto un atajo al placer de socializar. Y nos engancha. Por lejos que nos vayamos, ésta nueva necesidad nos seguirá hasta donde llegue la cobertura. No es casual que empiecen a ofrecerse servicios de “canguros” de redes sociales mientras estemos disfrutando esa caipiriña en la playa paradisíaca. Una especie de 'community manager' que seguirá posteando por ti pero sin molestar.

Está bien preguntarnos quién usa a quién, si nosotros a las redes sociales o al revés.  Mientras gane la obligación a la elección, tendremos que inventar formas de desconectar y compartir a la vez. Somos demasiado impacientes como para colgar las fotos a la vuelta, así que eso de delegar tu cuenta al personal del hotel no es un disparate. Pero es tan paradójico como pedirle a la persona del lado que se coma ese pedazo de turrón por nosotros, para poder pensar el hashtag y dar con el filtro apropiado.