LA RUEDA

Mi casa es mi país

Salir del hogar es para los que necesitan expectativas; quedarse es para los que necesitan que todo permanezca como está, para los que esperamos que todo transcurra como se espera

Cocina-comedor de una de las casas de Granton, en Edimburgo, para personas sin hogar.

Cocina-comedor de una de las casas de Granton, en Edimburgo, para personas sin hogar. / AFP / ANDY BUCHANAN

CARLES SANS

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El domicilio habitual en el que se desarrolla la vida privada o familiar de una persona es el hogar. La casa es el lugar donde se tienen las cosas más preciadas, donde se guarda la intimidad, donde se comparten los sentimientos de amor o de desamor entre aquellos que la comparten. Pero también puede ser el almacén en el que se guarda la ropa, en el que se tiene la cama y poco más.

Hay gente que apenas está en ella, que no la vive, que a la mínima encuentra un motivo por el que ausentarse porque no soporta el silencio que la contiene. Hay quien vive solo y no consigue llevarlo bien; la casa les cubre las necesidades de cobijo, pero en realidad no es el lugar donde mejor se encuentran. Son personas que prefiere estar en la calle, o en lugares donde se sienten más acompañados.

Un lugar confortable

La casa es una proyección del estado emocional de quienes las habitan. Si estás bien, la casa es un lugar confortable y seguro que todos deseamos tener. De lo contrario, puede significar el lugar donde se remueven los conflictos, donde la soledad se recrudece y la depresión aumenta. Hay personas que sienten que quedarse en casa es perderse todo lo que ocurre fuera de ella.

Y hay otro tipo de personas que estamos muy a gusto en ella, y sentimos estar a su resguardo, ajenos a todo, y que nos transmite confort y protección. Mi casa es mi país, el lugar en el que se rige todo por unas normas únicamente dictadas por quienes vivimos en ella y que son intransferibles. Me gusta estar en casa.

No hace mucho alguien me rebatía que estar demasiado en casa era una mala idea, que salir supone un aliciente porque siempre había más probabilidades de que sucedan cosas nuevas. Sin duda es un argumento, sin embargo, muchos no reparan en que para los que nos gusta vivir la casa, quedarnos un día o dos sin salir, rodeado de la seguridad que nos proporciona sentirnos en ella, es un placer. Quizá porque la incertidumbre de lo inesperado, de lo que está más allá del hogar nos acobarda un poco. Salir es para los que necesitan expectativas; quedarse es para los que necesitan que todo permanezca como está, para los que esperamos que todo transcurra como se espera.

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