Opinión | EDITORIAL

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Hacinados en infrapisos

Uno de cada ocho catalanes viven en viviendas compartidas con menos de cinco metros cuadrados por persona

En este piso del Poble-sec viven amontonadas diez personas. La limpeza es imposible

En este piso del Poble-sec viven amontonadas diez personas. La limpeza es imposible / FERRAN NADEU

Menos de cinco metros cuadrados por persona. Sin espacio para que los niños jueguen. Sin ninguna intimidad. Así viven uno de cada ocho catalanes. Un porcentaje que se eleva si hablamos de personas nacidas fuera de la UE, hasta llegar a un 48%. Son los que hace un tiempo se llamaban pisos patera, esos infrapisos que a principios del 2000 ocupaban en su mayoría migrantes recién llegados en situación irregular y que ahora habitan familias que no puede pagar el alquiler de una vivienda digna.

Invisibles

El mercado inmobiliario les expulsa y muchos tienen vetado el acceso a la vivienda social ya que, al no estar pendientes de una orden de desahucio, no se les considera en situación de emergencia. Se han vuelto invisibles, pero sus efectos no los son, especialmente en los más pequeños, sin espacio para jugar ni hacer los deberes. Su desarrollo mental y emocional se está viendo alterado, lo que les convierte en víctimas tempranas de la desigualdad. 

El hacinamiento es un rostro más, especialmente angustiante, de una situación insoportable. Ante una voracidad del mercado inmobiliario que no tiene freno, parece imprescindible dotar a los ayuntamientos de herramientas legales y efectivas para defender un derecho básico que está siendo vulnerado. Aumentar el parque social, poner un tope al precio de los alquileres u ofrecer ayudas a los arrendatarios son algunas de las medidas apuntadas para revertir la situación. En definitiva, un pacto social que combata un importante foco de desigualdad.