Navidad en Marte
La Navidad no es peligrosa por el ácido úrico o el guerracivilismo en formato juego de mesa familiar, sino por ser la época en la que los terrícolas nos vemos a nosotros mismos más favorecidos. Cuando somos más autocomplacientes.
Por eso estos días, más que anuncios de bella factura que masajeen nuestra vanidad, deberíamos ver una de las peores películas (y por tanto, una de las mejores) de la historia: 'Santa Claus conquista a los Marcianos'. Lo menos creíble en este filme de 1964 (disponible en Youtube) es que los niños marcianos son fans de la Tierra en Navidad, porque la ven a través del canal Kid-Tv. Sus adultos deciden viajar a nuestro planeta para raptar a Santa Claus y así alegrar de algún modo la vida de sus retoños. Luego Marte contempla varias peripecias más interesantes que las arengas de tu tío, el creacionista que vota a Vox porque es que está harto. Y de tu primo, que insiste en poner el dinero a trabajar aunque de momento lo que pone en esta cena es música de Melendi.
Jamás nos daremos cuenta de que existe vida inteligente en otro planeta porque la nuestra será cada vez más lerda
Precisamente en situaciones así me suelo preguntar qué opinarían de nosotros otras civilizaciones más listas. Después de décadas inventando novelas y películas sobre el tema, tras trillones destinados a la investigación para lograrlo, hace unos meses el ser humano descubrió que bajo la superficie helada del polo sur de Marte existía un lago de agua líquida. Esta gran noticia cósmica quedó eclipsada por alguno de nuestros cruciales debates del día, quizás sobre algún estreno en Netflix o el implante capilar de Rivera o la fórmula secreta de la ratafía. Una hipotética Guerra de los Mundos nos pillaría discutiendo, con un polvorón varado en la tráquea, sobre Rosalía o los colores de una bandera. Jamás nos daremos cuenta de que existe vida inteligente en otro planeta porque la nuestra será cada vez más lerda.
Navidad es a la vida lo que el baile a una discoteca: espoleada por el alcohol, nos permite olvidar lo ridículo que es todo (incluido uno mismo) para sonreír como si ya nada, ni descubrir vida inteligente en otros planetas ni hacer del nuestro un lugar benigno y menos tonto, importara. Y, sin embargo, o precisamente por eso, Feliz Navidad.
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