Consejo de ministros en Barcelona

Los réditos del 21-D

El activismo volverá a demostrar su capacidad de convocatoria y el independentismo institucional podrá exhibir voluntad de diálogo

Pedro Sánchez y Quim Torra en La Moncloa

Pedro Sánchez y Quim Torra en La Moncloa / periodico

Astrid Barrio

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El Consejo de Ministros que se celebrará el viernes previsto desde hace meses en plena fase de distensión después de la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa va a tener lugar en unas condiciones muy distintas a las inicialmente previstas. Aunque se ha retomado el necesario diálogo entre ejecutivos, sobre todo en los segundos niveles de gobierno y más de los que se reconoce públicamente, el ambiente no se ha desinflamado y sigue muy enrarecido, en a particular desde que la fiscalía decidió mantener los cargos por rebelión a los dirigentes independentistas en prisión provisional. Pero ello no va a impedir  que finalmente este jueves se produzca una reunión al más alto nivel entre miembros del Gobierno español y catalán. Probablemente nada de lo que suceda en ese encuentro va a ser determinante para la evolución del contencioso catalán, pero las lecturas que se hagan del mismo y sobre todo lo que suceda el día 21 en la calle sí que va a tener repercusiones para los actores implicados que afrontan este día en distintas condiciones.

El independentismo llega muy dividido. Un sector del gobierno, los que llevan meses manteniendo la interlocución, Pere Aragonés y Elsa Artadi, a pesar de haber calificado de provocación la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona, son proclives al encuentro con el Gobierno a pesar de los titubeos del presidente Torra y de Puigdemont, más inclinados por las movilizaciones callejeras y por la denuncia de la presunta represión. Y al igual que las entidades soberanistas que pretenden hacer del día 21 una nueva jornada de histórica. La ANC y Òmnium Cultural tratarán de mantener el control en las calles y han convocado una manifestación unitaria alejada de la Llotja de Mar para evitar cualquier tipo de enfrentamiento con la fuerzas policiales, algunas desplazadas desde el resto de España para proteger el Consejo de Ministros. Los CDR en cambio, amenaza con colapsar carreteras, puntos estratégicos y Barcelona en un intento de emular el 3 de octubre del 2017 con la mirada puesta en el juicio y en las reivindicaciones de los políticos presos, algunos en huelga de hambre. Pero mientras no haya un enfrentamiento violento que empañe la imagen del independentismo como movimiento pacífico, algo que no se puede descartar, para ellos será un 'win-win'. El activismo volverá a demostrar su capacidad de convocatoria y el independentismo institucional podrá exhibir una cierta bilateralidad con el Gobierno central y voluntad de diálogo.  

Más difícil lo tiene Sánchez, debilitado tras la pérdida de Andalucía, sin apoyos parlamentarios suficientes y acosado por la derecha. Habiendo tenido que desplazar un importante operativo policial para garantizar la seguridad del Consejo de Ministros ha dado alas a los sectores que reivindican tomar el control de los Mossos y volver a aplicar el artículo 155. Por no mencionar la presión a la que se verá sometido si hay altercados en la calle. Y a pesar de un trato diferencial dado al Gobierno catalán no obtendrá del encuentro el apoyo que necesita para aprobar los presupuestos. Todo sea por el talante, condición necesaria pero no suficiente para la resolución del conflicto.