Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA

Juan Carlos Ortega

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¿Qué has querido decir?

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Me dedico a hacer humor en la radio desde hace años y eso ha provocado que haya tenido que responder en muchísimas ocasiones a una pregunta que nos formulan habitualmente a los humoristas: «¿Qué has pretendido decir?». Normalmente, quien formula la pregunta espera que nosotros, al modo de los artistas plásticos, empecemos a desarrollar una tesis sobre el significado oculto en nuestra obra. Dan por supuesto que hay un trasfondo, un mensaje escondido que puede ser captado si uno escucha con inteligencia.

Si he decidido escribir este artículo es para dejar de responder, en la medida de lo posible, a preguntas de ese tipo, porque lo cierto es que, al menos en mi caso, no pretendo decir nada en absoluto. Hablando con otros compañeros hemos llegado a conclusiones similares, y nos agota que se suponga una intención camuflada en todo lo que hacemos. ¿Que qué hemos querido decir con ese determinado 'sketch'? Pues lo que hemos querido decir es, precisamente, ese 'sketch'. Simplemente. No piensen ustedes más, por favor. No somos Antoni Tàpies; de hecho, somos todo lo contrario.

El arte vive mucho de las explicaciones. No entiendes esta pintura porque te faltan claves, nos dicen. No comprendes ni aprecias esta obra maestra porque no posees determinados referentes. Eso da prestigio al arte, y todo el mundo, humoristas incluidos, aman el prestigio sobre casi todas las cosas. Eso ha hecho que algunos humoristas (pocos por suerte) quieran dar a entender que, debajo de sus chistes, hay un mensaje superior que puede ser descifrado.

Pero no es así. La mayoría de los humoristas que conozco (y gracias a mi trabajo creo ser amigo del 90% de ellos) dicen lo que quieren decir y no es necesaria una segunda lectura para captarlo. Por eso, cuando alguien me pregunta: «¿Has querido denunciar la soledad de algunas mujeres en tu último gag, verdad?», yo no puedo evitar responderles: «No. No he querido hacer eso. Si hubiera querido transmitir ese mensaje lo habría dicho claramente, utilizando una frase comprensible y clara, diciendo, por ejemplo: ‘Qué horror y qué espanto la soledad de algunas mujeres’», y me habría ahorrado el tremendo esfuerzo de inventarme algo gracioso, midiendo los tiempos, el ritmo, incluyendo microgags dentro del gag mayor y todas esas cosas que hacemos los de nuestro oficio.

De verdad, si quisiéramos decir X, diríamos X, sin adornos. Si quisiéramos decir Z, diríamos Z, porque es más fácil denunciar cosas hablando normalmente, como hacen los opinadores serios, que lo que hacemos a diario los humoristas.