análisis

Un 'brexit' sin rumbo

La cuestión es saber si los que votarán en contra acaban encontrando una propuesta con sentido o por el contrario si el 'brexit continuará navegando sin rumbo

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brexit / periodico

Rafael Vilasanjuan

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Fin de semana angustioso en París tomado por los “chalecos amarillos” y Londres obstinado en encontrar respuesta al dilema hamletiano del 'brexit'. La revuelta en Francia, como suele ser tradición, está en las calles; en Inglaterra en cambio, -como también suele se habitual en el canon anglosajón-, la revuelta ocurre en el Parlamento, donde si nada cambia en las horas que quedan, el martes los diputados decidirán el ser o no ser británico en la Unión Europea.

El 'brexit' ganó en referéndum, pero los políticos están perdidos en cómo hacerlo. Es paradójico, pero con el estrecho margen de diferencia con el que se impuso, todos los que querían quedarse compartían una visión homogénea, mientras que los que querían irse, cada uno tenía su manera. Cuando apenas quedan tres meses para cerrar la salida, los que consideran que el plan de la primera ministra Theresa May es bueno, son minoría en el Parlamento. A uno y otro lado parece que el voto en contra puede acabar en una derrota histórica, con los laboristas esperando su turno para gobernar, utilizado este voto como castigo al gobierno y los conservadores divididos entre moderados que consideran que se debe conseguir un acuerdo mejor y los que siguiendo el camino de Boris Johnson quieren salir a las bravas, sin compromisos y libres de toda atadura.

El referéndum planteaba dos posibilidades: quedarse o salir. Ahora el Parlamento afronta un dilema más complejo y con más alternativas. Desde intentar una propuesta que mejore la actual a buscar una salida diferente, incluyendo el final del camino sin acuerdos o volver a preguntar a la gente. Pero el voto de los diputados, roto a izquierda y derecha, más que reflejar el descontento con la propuesta de May, lo que viene a demostrar es que el referéndum fue imprudente porque en vez de ratificar una propuesta política madura, apeló únicamente a la emoción de la gente, dividiendo el país, sin tener en cuenta como sería posible realizarlo.

Theresa May es una política obstinada, durante la campaña nunca acabó de comprar los argumentos para salir, pero una vez hecha la consulta se empeñó en dar cauce a los votantes que habían ganado, como obliga la democracia. El resultado es que ese anuncio de una casa donde la mayoría de los británicos dijeron no querer vivir, no era homogéneo o no todos están dispuestos a conseguirlo de la misma manera. Por eso el voto en el parlamento no apunta a nada más que a un rechazo abrumador de su propuesta. Ni siquiera los sondeos que desvelan que en un nuevo referéndum los británicos ahora se decantarían por quedarse, parece que vaya a frenar el rechazo de los más conservadores en su propio partido. Sencillamente no quieren este acuerdo, tal vez algunos tampoco quieran que May siga el frente. Su error ha sido no encontrar el ajuste que diera sentido a salir. Si ahora pierde, la cuestión es saber si los que votarán en contra acaban encontrando una propuesta con sentido o por el contrario si el 'brexit' continuará navegando sin rumbo.