ANÁLISIS

Villa: futbolista en Nueva York

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Iosu de la Torre

Iosu de la Torre

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David Villa se va con Andrés Iniesta al Vissel Kobe, a Japón, dispuesto a prolongar ese gran sueño de vivir siempre en el planeta fútbol. Como si la carrera de un atleta del balón no se terminara nunca. 

Villa, maravilla de nuevo. Irremediable quitarse el sombrero y hacerle la reverencia. El nueve del New York City, del Barça, del Valencia, del Zaragoza y del Spórting de Gijón se ha revelado como un hombre moderno, muy moderno, capaz de controlar los tiempos y los espacios que ocupa.

Por la dimensión conquistada, es, sin duda, el auténtico príncipe asturiano. Con permiso de Fernando Alonso o de la niña Leonor, y sobre todo de José Andrés, el megachef amigo de Barack Obama y jaleado candidato al Premio Nobel de la Paz.

Se recomienda buscar a Villa en su canal de Youtube para constatar de qué estamos escribiendo. Discretamente, ha alcanzado el universo exclusivo en el que se mueve el multifacético Piqué. Con una estrategia propia, conociendo a fondo esas autopistas infinitas abiertas con las redes sociales, Villa pretende hacer aún más gigante el planeta fútbol.

Los cuatro años en Manhattan darían para un libro muy lorquiano (’Futbolista en Nueva York’), pero ahora se llevan más los vídeos que condensan la vida en cuatro minutos. «Todo en mi vida respira fútbol», dice el Guaje como lanzando un eslogan. Lo suelta muy relajado en el ‘flash back’ que le devuelve a los primeros días en que el New York City comenzó a construirse en torno a la figura del goleador español.

Un relato en microclips con etiquetas: #Villaforever #VillaisNYFCF #VillaisNewYork . 

Villa, firmando el contrato. Villa, entrenando solo por los alrededores de Wall Strett. Villa, impulsor de la liga americana, agitador de los hinchas de origen latino, fundador de una red de escualas de fútbol... 

El sueño americano, la tierra prometida al otro lado del  Hudson. Dice el metafutbolista que se va a Japón con Iniesta (y Lillo), pero que no se olvidará nunca de Nueva York. Los rascacielos le han atrapado para siempre.