LARGO PLAZO
Digitalización y empleo
La tendencia menguante de las redes de oficinas bancarias se aprecia desde hace años, pero el pistolezo de salida más desacomplejado lo ha dado esta semana CaixaBank con el anuncio de cierre de 823 oficinas
La digitalización está cambiando los hábitos de consumo en todos los sectores de la economía. Y el sector financiero, extremadamente regulado, es uno de los que está experimentando una mayor y más veloz disrupción tecnológica. Las entidades financieras han basado su negocio históricamente en una red de oficinas abierta al cliente a través de la que ofrecían básicamente un único activo: confianza.
Esta confianza, respaldada por una marca conocida y una ficha bancaria, se ha trasladado al móvil y a la web, de manera que la clientela ya no necesita ver, y tampoco lo desea, la cara de su gestor para operaciones como aperturas de cuentas, transferencias, pagos y otras transacciones. El sector, cuya reputación no se ha recuperado de la crisis financiera, atraviesa un momento especialmente delicado en España. Por un lado, afronta una grave inseguridad jurídica con miles de contenciosos acumulados en los juzgados por productos financieros vendidos de forma inapropiada durante los años de burbuja de la economía.
Por otro lado, suma un largo periodo de tipos de interés bajos que no le permiten que sus ingresos financieros en la cuenta de resultados sean lo suficientemente abultados como para realizar una transformación digital más rápida. El sector ya no está supervisado de cerca exclusivamente por las autoridades nacionales, situación que permitía una cierta connivencia con el poder político. Ahora opera bajo el ojo supervisor del Banco Central Europeo y es a menudo objeto de tirones de oreja por parte del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), especialmente beligerante con la defensa de los derechos de los consumidores. Finalmente, la banca debe lidiar cada vez más con la competencia financiera de gigantes como Google, Amazon y Paypal dispuestos a comerse el pastel del negocio de la mano de las fintech.
Tras una década de reconversión del sector financiero, los grandes bancos aceleran ahora su apuesta por la transformación digital con todas su consencuencias. La más tangible es la reducción de esa red de oficinas y cajeros que poblaba España como herencia, en parte, del modelo de proximidad de las cajas de ahorros. La tendencia menguante se aprecia desde hace años. Pero el pistolezo de salida más desacomplejado a este proceso lo ha dado esta semana CaixaBank con el anuncio del cierre de 823 oficinas en España. El banco controlado por La Caixa tenía 5.358 sucursales en el 2014, prevé cerrar este año con 4.461 establecimientos y situarse en el 2021 con 3.640 oficinas. Otras entidades financieras vendrán detrás.
Como consecuencia, muchas poblaciones con poca densidad de habitantes deberán acostumbrarse a no contar con una oficina bancaria. Será una transición con equilibrios difíciles entre una generación que lo hace todo con el móvil y las más mayores que necesitan todavía tener a una atensión física. El futuro de la banca será tecnológico o no será. Y todos los operadores están volcadas en el salto al futuro. Sin tregua. Tampoco para el empleo.
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