ANÁLISIS

Los 500 de Busquets

El segundo capitán del Barcelona no entiende las prisas ni las obligaciones contractuales de los jóvenes de la cantera por llegar al primer equipo

Busquets ante Rodri en el duelo Atlético-Barça en el Metropolitano.

Busquets ante Rodri en el duelo Atlético-Barça en el Metropolitano. / periodico

Sónia Gelmà

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Sergio Busquets no aparece en las listas de los mejores jugadores de los diferentes premios anuales y, sin embargo, hay pocos futbolistas que hayan sido más elogiados por sus entrenadores y compañeros. Del Bosque hubiera querido reencarnarse en él, Simeone recordaba hace unos días que le dijo a Guardiola que era su mejor jugador, y éste último tampoco puede disimular su admiración. Xavi, ahora en Qatar, decía hace unas semanas en Catalunya Ràdio que si el fútbol se jugara a un solo toque, Busquets sería el mejor de la historia.

Han pasado ya 10 años desde el día de su debut, aquel 13 de septiembre de 2008, y no se ha permitido una sola salida de tono, ni siquiera un peinado estrambótico. Su red social sigue siendo su entorno más íntimo. No está interesado en exhibirse en el mundo 2.0 y puesto que no le invitan a las galas de premios, tampoco necesita catar el glamour futbolístico más allá de lo que vive en el césped. Busquets hace el trabajo sucio, la corrección para que se mantenga el equilibrio, y disfruta haciéndolo, aún siendo consciente de que los focos no se situarán sobre él.

Han pasado ya 10 años de su debut y no se ha permitido una sola salida de tono, ni siquiera un peinado estrambótico

Busquets y sus 500 partidos oficiales son un referente para los canteranos. El penúltimo gran valor de La Masía que, a diferencia de otros compañeros-- más críticos con la política azulgrana en el fútbol base e incluso con la falta de valentía de los entrenadores en su apuesta por la cantera-- cree que la exigencia debe ser recíproca y así se muestra con los jóvenes que aspiran a jugar en el primer equipo. No entiende las prisas ni las obligaciones contractuales para subir a ese ascensor algo estropeado en los últimos tiempos. Busquets ve un cambio en cómo suben los jóvenes hoy en día, una observación que ya nos hizo Leo Messi, y que choca cuando la protagonizan dos adultos recién entrados en la treintena. Pero es que, aunque nos resistamos a asumirlo, ambos capitanes son ya los abuelos en el contexto del vestuario, y se comportan como tal, nostálgicos del pasado reciente.

Si a los jóvenes que suben de La Masía les cuesta mantener los pies en el suelo, imaginen cómo debe ser la situación de Dembelé, un suplente que llegó a ese vestuario con etiqueta de estrella. El delantero volvió a ser decisivo con su gol en el Metropolitano, para alegría del equipo y de aquellos que creemos en sus capacidades.

Pese a que Busquets no se considere el padre de nadie en la plantilla, cabe confiar que ese vestuario sabrá hacer entender al francés la diferencia entre ganarse la vida con el fútbol --Dembelé lo hará-- o triunfar. Difícilmente, Dembelé llegará a los 500 partidos con el Barça, pero no deben hacer falta tantos para que comprenda el privilegio que le supone su talento.