El líder húngaro y Macedonia

Historias comunes: la fuga de Gruevski

Si Orbán confirma que da asilo político al exprimer ministro macedonio, Bruselas debe responder al incumplimiento de las normas comunitarias

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Ruth Ferrero-Turrión

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El pasado día 12, un convicto de la justicia huía de su país a una condena de dos años de cárcel por corrupción y solicitaba asilo político en un país de Centroeuropa. El que fuera primer ministro macedonio durante una década Nikola Gruevski es el fugitivo; el rebelde primer ministro húngaro, Víktor Orbán, el colaborador necesario de la fuga.

Condena por espiar a la oposición y por corrupción

La historia de la condena de Gruevski se comenzó a gestar con su dimisión en el 2016, después de las manifestaciones por la regeneración democrática del país tras diez años de gobierno del VMRO-DPMNE. Las escuchas ilegales a la oposición fueron el detonante, la corrupción bizantina la que le condenó. Mientras se resolvía el proceso judicial, se ultimaban los Acuerdos de Prespa con Grecia Acuerdos de Prespa con Greciaque han iniciado el principio del fin de la tensión bilateral entre ambos países. Si el pasado 2 de noviembre se votaban los borradores de las enmiendas a la Constitución para el cambio de nombre, el día 9 se ratificaba la condena de Gruevski y el día 12 se daba a la fuga. Y nunca hubiera podido salir del país sin la colaboración de Orbán, sin un coche de la embajada húngara en Albania a su servicio para atravesar, sin pasaporte, Serbia y llegar a Hungría, donde solicitó el asilo. Y donde, por cierto, no es sencillo poder presentar la demanda correspondiente sin estar debidamente documentado y procedente, como es, de un país considerado seguro. Muchas personas hacinadas en los campos de refugiados pueden dar fe de este hecho. Paradojas europeas. Esta situación, podría formar parte de un libro de relatos cortos. Y sin embargo, esta es una historia real.

La amistad entre Orbán y Gruevski no es desconocida. Sus partidos Fidesz y VMRO-DPMNE forman parte del Partido Popular Europeo. Ambos han sometido a sus respectivos países a derivas autoritarias, tachadas por algunos como iliberales. Y también coincidieron en culpabilizar a George Soros de todos sus males, primero Gruevski, más tarde Orbán. Además, el líder húngaro se ha posicionado en contra del acuerdo entre Skopje y Atenas y, por tanto, en contra de la posición pública de la Alta Representante de la UE, Federica Mogherini. Y, de momento, no hay respuesta a la solicitud de extradición por parte del Gobierno del macedonio Zoran Zaev.

Esta situación es un asunto bilateral entre dos estados soberanos, aunque son indudable las derivadas que se pueden extraer. Si se confirmara la concesión de asilo por parte de las autoridades húngaras, se pondría en cuestión la legitimidad europea. Macedonia es un país candidato y, por tanto, está sometido al principio de condicionalidad que, entre otros requisitos, incluye el respeto al Estado de derecho. De ahí su condición de "país seguro", por lo que sus nacionales no tendrían derecho al estatuto de asilo en ningún Estado miembro. Recordemos que Hungría también es el país que más ferozmente se ha opuesto a la acogida de refugiados procedentes de Oriente Próximo. ¿Ironía o tragedia? La ausencia del cumplimiento de las normas comunitarias ha de ser contestada por Bruselas. Por el momento solo silencio.