Exposición en CaixaForum
Los bufones de Velázquez
Las deformidades de la corte de Felipe IV se reflejaban en el espejo de estos personajes, de los que el genio hizo fabulosos retratos
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
Prestados por el Museo del Prado, para una exposición en CaixaForumCaixaForum de las que sería imperdonable perderse, acaban de aterrizar en Barcelona siete obras de Diego Velázquez, incluido el cuadro titulado 'Bufón con libros', donde aparece un enano de mirada inteligente, algo perdida y tristona. El maestro sevillano pintó en sus lienzos una amplia galería de enanos, lunáticos, bufones y hombres de placer que entretenían los ocios de Felipe IV. Aun cuando otros muchos pintores también los abordaron como tema pictórico, ninguno como Velázquez les dispensó un trato tan especial en número, respeto e intensidad. Estos seres marginales aparecen en al menos 12 de sus obras, ya sea como objeto principal o bien en los márgenes, como es el caso de los enanos Maribárbola y Nicolasito Pertusato, esa figura que parece patear al mastín en la esquina derecha de 'Las Meninas'.
España empezó a desintegrarse en su pintura. Las deformidades de la corte se reflejaban en el espejo de los bufones, de los que el genio hizo fabulosos retratos: Pablo de Valladolid, Calabacillas, Barbarroja, el Niño de Vallecas, otro al que le decían el Primo... Tanto le interesaron que los expertos han debatido durante décadas si Velázquez fue un artista con una conciencia social adelantada a su tiempo o si estos cuadros obedecen a la implacabilidad de su mirada, conceptos que, de todas formas, tampoco parecen contrapuestos. Aunque fueran objeto de chanza, pertenecían a la servidumbre de la corte, disponían de carruaje y recibían sus raciones correspondientes. Ándeme yo caliente y ríase la gente.
Allá por el Siglo de Oro, fuera de los muros de palacio, hacía un frío vital tremendo, como ahora. Años de malas cosechas y manduca pobretona; como refería el dicho, "no hay olla sin tocino ni sermón sin agustino". Ciudades y caminos atestados de bandoleros, pícaros a tutiplén, mendigos y rufianes. El cuadro 'Bufón con libros' se pintó allá por 1640, el mismo año de las sublevaciones de portugueses y catalanes, el 'corpus de sang' que estalló por hartazgo. Sin hacer sangre con los bufones y la corte, todas las grandes crisis beben de la misma fuente.
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