La clave
El maestro Duch
Nuestro ecosistema cultural confunde el laicismo con la laicidad y abomina de los estudiosos de la complejidad
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
En la era de la hipervisibilidad, hay sabios que permanecen invisibles para buena parte de la población. Es el caso de un antropólogo y sociólogo excepcional que murió este fin de semana: Lluís Duch Álvarez. Su obra es una referencia para los estudiosos de la religión, la cultura, la comunicación, la educación y la salud en Catalunya, en España y en América Latina. De formación germánica, Duch estudió con detenimiento a los autores del denominado “giro lingüístico” de la filosofía y fue un reconocido experto mundial en la obra de autores como Ernst Bloch, Ernest Cassirer, Max Scheler, Paull Ricoeur y George Gadamer. La mejor síntesis del pensamiento de Duch se halla en la expresión que da título a la miscelánea de homenaje que promovió hace unos años la editorial Fragmenta: “Empalabrar el mundo”. Duch estudió con detenimiento de que manera la condición humana y la cultura se entremezclan en la educación, en la religión o en la política para desencadenar la percepción y la interpretación que cada individuo tiene de la realidad. En los últimos años había profundizado muy especialmente en lo que denominaba la “crisis de las transmisiones” en el mundo educativo, sanitario y comunicativo colaborando con dos eminentes profesores de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB): Joan Carles Mèlich y Albert Chillón.
Cuesta ver en el panorama actual sabios de la dimensión de Duch y cuesta entender el inmenso silencio que hay sobre la obra de tipos de esta dimensión. Es posible que en el caso de Duch hayan coincidido tres agravantes: su exquisita humildad, su clamorosa exclusión durante décadas de las aulas universitarias y su condición de monje de Montserrat. El nuestro es un ecosistema cultural en el que se sobredimensiona a las vedetes universitarias, a los profetas de la obviedad y en el que un laicismo trasnochado ejerce de laicidad malentendida a la que se oponen unas confesionalidades fanáticas. Y también es un ecosistema en el que lo complejo tiene cada día más difícil encaje. Duch era un pensador complejo empeñado en entender la complejidad humana. Algo excesivo para nuestro tiempo. Afortunadamente su obra es suficientemente sólida para sobrevivirle. Disfrútenla.
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