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Gente que compra discos

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Ramón de España

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A veces pienso que la industria discográfica la sostenemos los carcamales que seguimos comprando vinilos y cedés cuando hace años que se nos pasó el arroz pop. No conozco a nadie menor de cincuenta que compre un disco ni que lo maten: todo el mundo tira de Spotify, del pirateo progresista (¡la cultura tiene que ser gratis!) o de servicios como el de Amazon, que por menos de diez dólares al mes te deja descargarte todos los discos que quieras. Los compradores de soportes físicos para la música nos hemos convertido, pues, en una pandilla de tipos extravagantes a los que les gusta leer las letras de las canciones mientras las escuchan o acumular cajitas de plástico en mueblecitos absurdos (no sé los demás, pero yo, cuando busco un disco en concreto, me acaba dando la hora de cenar o, directamente, no lo encuentro).

¡Soy un chollo para la industria discográfica! O un imbécil, no lo sé muy bien

Si adquirimos material reciente, no tenemos con quien comentarlo porque nuestros amigos se descolgaron tiempo atrás de las novedades y, a lo sumo, conservan un plato para escuchar sus vinilos rayados de los Stones, Creedence o los Velvets: ¡qué tiempos aquéllos en los que todos escuchábamos el mismo disco! Me acabo de hacer con los últimos lanzamientos de Phosphorescent y Devotchka y, claro está, se lo comento a ustedes porque nadie que yo conozca sabe quiénes son.

La industria, que no es tonta (aunque a veces lo parezca) sabe que, con un poco de esfuerzo por su parte y mucha nostalgia por la nuestra, nos puede llegar a vender el mismo disco cuatro veces. Acabo de pillar la edición conmemorativa del cincuenta aniversario de 'The Kinks are the Village Green Preservation Society' con la excusa de que incluye más de una docena de temas inéditos del gran Ray Davies, y menos mal que no encontré la edición de superlujo -con cedés, elepés, singles, fotos, un libro ilustrado y no sé cuántas cosas más que no me hacen ninguna falta- porque habría acabado picando. En 2012 me hice con el disco-librito de los cuarenta años del 'Ziggy Stardust' de Bowie y, si llego vivo al 2022, sé que me compraré la edición del cincuentenario de esa obra maestra. Hace unos meses adquirí una caja conmemorativa del primer disco de Roxy Music (que me sé de memoria) y que incluía dos cedés de tomas alternativas, un libro con muchos santos y un DVD con actuaciones de la época... ¡Soy un chollo! O un imbécil, no lo sé muy bien.