RELACIONES HUMANAS

La curiosidad no mató al gato

¿Cómo se puede ser creador de algo sin interesarse por quienes se tiene delante?

padrehijo

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NÚRIA ICETA

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Hay frases hechas como la que abre este artículo que han hecho mucho daño añadiendo un plus de peligrosidad a lo que me parece que es el acicate para salir de uno mismo, para conocer a alguien o para aprender algo nuevo. La curiosidad es una actitud, casi un instinto, que se convierte en una obligación social puesto que sin curiosidad no hay apertura al otro, y difícilmente podrá haber convivencia. La curiosidad no depende de nada más que de nosotros, pero se enfrenta a dos grandes retos, en mi opinión: los prejuicios y el ego.

Tantas veces vas con un idea preconcebida de la gente que solo la curiosidad puede ser la llave de paso para abrir una vía franca de comunicación. Y esto es aún más grave en los modelos de relación social entre hombres y mujeres. Asumiendo que la inmensa mayoría de los que nos ignoran sistemáticamente en las conversaciones no son unos cafres, ¿en qué momento perdieron la curiosidad –punto de partida de la conversación-- para saber quiénes somos o qué pensamos? Sinceramente, prefiero una pregunta indiscreta a la indiferencia si se me da la oportunidad de responderla.

Interés por el otro

Lo que me saca de quicio es el ego, sobre todo cuando tengo la suerte de encontrar a alguien a quien me hacía ilusión conocer, si no veo en sus ojos una chispa de curiosidad por el otro. Es que no se me ocurre qué puede haber más interesante que conocer otras vidas, otras maneras de hacer y de querer, otros puntos de vista sobre las cosas ... ¿Cómo se puede ser médico, jueza, cura, maestro, bombero o periodista sin una curiosidad despojada de prejuicios? Y los artistas, como han podido ser creadores de nada sin interesarse por quienes tienen delante?

En la curiosidad siempre habrá dos pares de ojos que se encuentran en las formas más diversas: un mensaje al móvil, una carta en el buzón, un abrazo esperado, una pregunta ingenua, un nuevo vecino de escalera, una sonrisa de bienvenida, la primera línea de un nuevo libro, la electricidad del apretón de manos con un desconocido. Y la curiosidad en los gatos es envidiosamente insaciable.