El valor de lo invisible
Ester Oliveras
Economista. Profesora en la Universitat Pompeu Fabra (UPF).
Ester Oliveras
La información financiera publicada por las empresas es cada vez menos relevante. Si en 1950 explicaba el 90% del valor de mercado de una empresa actualmente solo desvela el 50%. Esto implica que los inversores no tienen la información necesaria para poder identificar cuáles serán las empresas más rentables y, probablemente, que empresas perfectamente viables no hayan podido acceder a préstamos o al mercado de capitales.
¿A qué se atribuye esta pérdida de relevancia? Según el profesor Baruch Lev de la Universidad de Nueva York, en su libro 'El final de la contabilidad', el factor determinante es que la creación de valor empresarial se apoya cada vez más en activos de tipo intangible, es decir, que no se pueden ver ni tocar. Mientras que, hace unas décadas, las ventajas competitivas se construían con grandes inversiones en maquinaria para aumentar la capacidad productiva y disminuir los costes unitarios, actualmente la creación de valor se apoya en marcas reconocidas, en diseños, en patentes, en nuevas formas organizativas y en investigación. Una prueba de ello es que la inversión realizada por las empresas estadounidenses en activos intangibles es superior a la inversión en activos tangibles desde el año 1997, y la diferencia no para de crecer. Cabe puntualizar que, a menudo, activos físicos y no físicos van de la mano. Por poner un ejemplo, los productos Apple tienen un aspecto físico y deben producirse, pero estaremos de acuerdo en que lo que destaca es de carácter intangible – diseño y software.
Ante estos cambios, la pregunta es: ¿cómo ha evolucionado la información financiera? Y la respuesta es: poco. Las normas establecen que si el activo intangible se desarrolla dentro de la empresa, entonces no puede aparecer en la información contable. En cambio, si una empresa adquiere activos intangibles de otra empresa – por ejemplo, una marca o una patente – entonces sí que puede mostrar el valor. El mensaje contable para las empresas es “adquirir, mejor que desarrollar” que traducido al lenguaje de start-ups tecnológicas vendría a ser “desarrollar para vender”.
Hay dos motivos que explican esta política: los activos intangibles son difíciles de valorar y, muchos de ellos, fáciles de copiar. Saber el precio de un coche antiguo – activo tangible – es cuestión de minutos en una web, y también se puede proyectar su valor al cabo de dos o tres años. En cambio, conocer el valor de una marca – activo intangible – o de su valor futuro requiere de muchas estimaciones. En referencia a la copia, quizás alguien recuerde la primera aerolínea de bajo coste que aterrizó en Europa: Easyjet. En un sector de precios elevados, la empresa diseñó un modelo de precios asequibles. Al cabo de unos años, este formato ha sido copiado por el resto de aerolíneas. ¿Cuánto tiempo mantuvo Easyjet su ventaja competitiva por esta innovación? He aquí la dificultad de lo intangible.
Para paliar este problema, las grandes empresas publican información adicional para los accionistas, pero al ser de carácter voluntario puede estar sesgada según los intereses de la empresa.
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