Mala praxis
Violencia en el parto
Es urgente introducir la perspectiva de género y el respeto por la fisiología del alumbramiento en los estudios médicos
Esther Vivas
Periodista. Autora de 'Mamá desobediente'.
Esther Vivas
El machismo campa a sus anchas en las salas de parto. En el Estado español, el número de episiotomías, cesáreas y partos instrumentales es mucho más alto que en otros países europeos, y no porque la fisiología de las mujeres aquí sea distinta. Lo que sucede es que se ha generalizado el parto intervenido, impidiendo su normal desarrollo. La intervención médica no es mala per se; el problema radica en cuando se lleva a cabo por rutina, de manera innecesaria. Así es como la violencia obstétrica se ha convertido en una realidad demasiado cotidiana en nuestros paritorios.
Pero, ¿qué es la violencia obstétrica? Se trata del maltrato que comportan determinadas prácticas médicas, ya sean físicas o psicológicas, contra las mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio. Unos procedimientos que supeditan el cuerpo y la voluntad de las madres, en un sistema médico jerárquico y patriarcal. Hablar de violencia obstétrica no resulta fácil, y menos en un contexto donde los profesionales se sienten de manera automática cuestionados.
Lo hemos visto recientemente cuando el Colegio de Médicos de Ciudad Real ha publicado un comunicado para denunciar el contenido de una jornada sobre violencia obstétrica a celebrarse en su ciudad. Para el Colegio, "el título de la ponencia [que no era otro que 'Actúa contra la violencia obstétrica'] (...) atenta contra la honorabilidad de los ginecólogos". Sin embargo, la misma Organización Mundial de la Salud, en el 2014, reconoció esta mala praxis.
La violencia obstétrica es una violencia tabú, silenciada, normalizada por la sociedad y las propias madres. El personal que la ejerce considera que forma parte de su correcta actuación y procede según la formación que ha recibido, pensando que es lo mejor. De aquí que sea urgente introducir la perspectiva de género y el respeto por la fisiología del parto en los estudios médicos, y reconocer públicamente la violencia antes, durante y después del parto. Si no lo hacemos visible, no podremos erradicarla. Las mujeres no debemos callar, al contrario.
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