Polémica en los estudios superiores

Integridad, libertad y universidad

El valor de la investigación no está en la medida del lomo de una memoria ni en vestir el birrete octogonal de doctor

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David Miralles

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En 1950, el joven matemático norteamericano, John Nash, defendía su tesis doctoral en la Universidad de Princeton. Veintiséis páginas y dos citas fue todo lo que necesitó para ganar el Premio Nobel de Economía. Además, una floja película basada en un buen libro ('Una mente prodigiosa', Mondadori, 2001) lo hizo famoso en todo el mundo, especialmente, por la combinación de su genio y la devastadora enfermedad que padecía. En esos mismos años, Freeman Dyson, otro joven matemático, este inglés, hacía poco que se había establecido en el Instituto de Estudios Avanzados, también en Princeton. Uno de sus primeros trabajos tuvo un impacto tan grande en la comunidad científica que el mismo Robert Oppenheimer, que dirigía entonces el Instituto, le otorgó una plaza de por vida. Con 94 años, y con una carrera científica e intelectual difícil de abarcar, hace poco presentaba su último libro. Dyson no ha tenido nunca interés en hacer el doctorado.

Está claro que estos dos matemáticos son casos excepcionales, pero nos recuerdan que el valor de la investigación no está en la medida del lomo de una memoria ni en vestir el birrete octogonal de doctor. Y hablamos de investigación por qué de esto tratan las tesis doctorales, de realizar un trabajo de investigación inédito. Actualmente las becas públicas para realizar tesis doctorales tienen una duración de tres años. Durante este periodo, el estudiante se dedicará exclusivamente a la investigación con la ayuda del director de tesis y del departamento que le ampara. En el campo científico-técnico, la experiencia nos dice que las tesis sobreviven a las becas y, en general, se alargan hasta cuatro y cinco años de media. Tiempo extra, no remunerado, en el que muchos malviven para poder finalizar su investigación. Este es el mejor escenario.

Generar y transmitir conocimiento

En otros, los estudiantes no disfrutan de becas y desde el principio conviven con la precariedad. Cuando el director y el doctorando creen que el trabajo hecho tiene el peso suficiente, se escribirá la memoria, se depositará y se convocará un tribunal de doctores expertos en la materia en cuestión que lo evaluarán. Esta evaluación es pública y se concreta en una lectura y defensa que hará el candidato. Como en muchos otros campos, este sufrido camino es difícil de transitar sin pasión e ilusión. Nada nuevo.

Hace un par de años, la Universidad de Cambridge pidió permiso al profesor Stephen Hawking para hacer pública su tesis doctoral. El famoso científico recordó que una nueva generación solo consigue ver más allá si sube a las espaldas de la anterior. Generar y transmitir conocimiento, la misión de la universidad. No tiene ningún sentido tener el conocimiento bajo llave. De hecho, un real decreto del 2011 obliga a las universidades del Estado a tener las tesis doctorales accesibles en formato electrónico.

En Catalunya, las universidades tienen sus tesis doctorales en un repositorio público común llamado TDX, acrónimo de Tesis Doctorals en Xarxa. Las universidades de Balears, la Jaume I de Castellón, la de Andorra, la de Murcia y la de Cantabria también guardan sus tesis en el TDX. Pero a veces se va más allá, los resultados de una buena tesis se pueden publicar en revistas técnicas del ámbito de trabajo y este puede ser un buen primer paso para una carrera científica.

Stephen Hawking nos recordó que una nueva generación solo consigue ver más allá si sube a las espaldas de de la anterior

Muchos académicos han extendido su vocación de servicio a la política, algunos de manera muy seria. Todos los partidos tienen profesores universitarios en sus filas o detrás de los micrófonos. Profesores, muchos de ellos en excedencia, que en su momento también fueron estudiantes de doctorado y que ahora ven como sus compañeros de partido falsean currículums, hacen másteres sin pisar las aulas o tesis doctorales en un abrir y cerrar de ojos. Todos los implicados en estos escándalos han aprovechado el prestigio ganado por la universidad en su favor. Tratos encubiertos para aparentar lo que no se es. Estos son los contrarios a los estudiantes, los que se ríen de ellos.

Pero quien más sufrirá será la universidad, que ha quedado tocada. Su integridad está cuestión. Hace unos días, Manuel Castells escribía un artículo donde apuntaba que las conquistas conseguidas por la universidad se debían defender día a día con una integridad a toda prueba. Está en lo cierto, la falta de integridad coarta la libertad. La búsqueda del saber que promueve la universidad con la voluntad de formar personas libres no puede quedar limitada por ninguna deuda adquirida. La libertad está amenazada y los alumnos deben ver cómo los profesores se alzan cada día para defenderla.