'Nobel' de las matemáticas a una mente maravillosa

John Nash, en una foto reciente distribuida por el Premio Abel de Noruega.

John Nash, en una foto reciente distribuida por el Premio Abel de Noruega.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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El matemático estadounidense John F. Nash, de 86 años, paradigma del genio acuciado por la locura, tan brillante como atormentado, fue galardonado este miércoles junto a su colega Louis Nirenberg con el premio Abel, considerado el Nobel de su especialidad, por «sus estudios en el campo de la teoría de ecuaciones diferenciales no lineales parciales», como destacó la Academia de Ciencias y Letras de Noruega, la entidad que otorga el galardón. Nash, ganador en 1994 del Nobel de Economía por sus contribuciones a la teoría de juegos, es famoso entre el gran público por haber inspirado primero un libro y luego una película, Una mente maravillosaen donde se narra su lucha contra la esquizofrenia en sus momentos de plenitud creadora.

La Academia de Noruega destacó las contribuciones «sorprendentes y seminales» de Nash y Nirenberg, que pueden servir, subraya, para explicar fenómenos como las colas del tráfico, la circulación de la sangre o los tsunamis. La academia, que no es ajena al éxito de Una mente maravillosa, filme protagonizado por Russell Crowe que ganó cuatro Oscar, insiste en este sentido en que la película, al margen de desfigurar algunos aspectos de la trayectoria de Nash, «se centró en sus primeros resultados en la teoría de juegos, pero omitió su investigación en ecuaciones de geometría y en derivadas parciales, que la comunidad matemática considera como su trabajo más importante y profundo». «Lo que Nash ha hecho en geometría es, desde mi punto de vista, incomparablemente mayor que lo que ha hecho en economía», afirmó Abel Mijail Gromov, ganador del premio Abel en el 2009.

COETÁNEOS / Nash (Bluefield, 1928) desarrolló su carrera en la Universidad de Princeton y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), mientras que Nirenberg (Hamilton, Canadá, 1925) trabajó esencialmente en la Universidad de Nueva York. Aunque no colaboraron formalmente, la academia noruega considera que durante la década de 1950 se influyeron mutuamente. El galardón está dotado con seis millones de coronas noruegas (750.000 euros).

Nash, hijo de un ingeniero eléctrico y una maestra de escuela, fue un buen estudiante que pasaba su tiempo libre analizando el clásico teorema de Fermat y otros retos matemáticos, como recordó en el emotivo discurso de recepción del Nobel en 1994. Gracias a una beca entró en el Carnegie Institute of Technology en Pittsburgh con el objetivo de estudiar ingeniería química, aunque finalmente cambió a matemáticas. Nash hizo allí un curso optativo en economía que le dio la idea para su primer artículo, donde ya manifestaba su interés por el nuevo campo de la teoría de juegos -las matemáticas en la toma de decisiones-. Luego entró en Princeton, donde escribió su tesis sobre trabajos no cooperativos, uno de los textos fundacionales de la teoría de los juegos, y propuso el concepto hoy llamado equilibrio de Nash, que ha tenido gran impacto en la economía y en ciencias sociales.

Durante su estancia en Princeton, Nash realizó sus primeras contribuciones de gran valor en el terreno del álgebra, estudios que proseguiría en el MIT a partir de 1951. Según cuentan sus biógrafos, Nash tenía una mente brillante y heterodoxa, capaz de abordar problemas con aproximaciones totalmente nuevas. En 1957 se casó con Alicia, una destacada física de origen salvadoreño a la que había conocido en el MIT. En 1959, cuando su mujer estaba embarazada, comenzó a sufrir delirios y paranoia extrema y renunció a las clases en la facultad. Veía espías por todas partes y llegó incluso a pedir asilo político en Europa. «Tenía pensamientos delirantes, aunque mantenía un comportamiento moderado para evitar la hospitalización y la atención directa de los psiquiatras», recordaba en el discurso del Nobel. Creía incluso que su trastorno le aportaba lucidez.

Durante las siguientes tres décadas, no obstante, Nash solo fue capaz de hacer investigaciones relevantes en breves periodos de lucidez. Luego mejoró gradualmente, pero su salud ya no era tan vital. A partir de los años 90 del pasado siglo se empezó a reconocer su trayectoria y recibió diversos premios, incluido el Nobel. «Una vez alguien me preguntó -comentó Nirenberg en el 2002- si había algún matemático que yo considerara un genio. Le dije: 'No puedo pensar más que en uno, y ese es John Nash'».