España y Catalunya
El año que vivimos peligrosamente
Ni Ciudadanos ni PP tienen un programa de gobierno para Catalunya, su programa es que no gobiernen los otros, igual que el 1-0 toda su estrategia era impedir que votasen los otros
Antón Losada
Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela
Antón Losada
Muchos pensarán que solo es casualidad que, justo cuando se va a cumplir el aniversario del 1-O, el Estado que fue incapaz de encontrar aquellas urnas de plástico vea desbordar sus cloacas, inundando las instituciones con una marea de basura que sube al día siguiente más fuerte que el anterior. Quienes no creemos ni en la casualidad ni en las coincidencias, sea en la política o sea en el gobierno, nos parece más bien otra consecuencia de la carcunda que devora desde dentro a un sistema incapaz de asumir que los tiempos han cambiado y solo le queda adaptarte o morir. Igual que, hace un año, aquellas desaforadas cargas policiales que dieron la vuelta al mundo nos parecieron a muchos el retrato implacablemente envejecido de un Estado que solo sabía procesar por la fuerza las demandas que no sabía cómo gestionar.
Los desechos del comisario Villarejo
Muchos entre quienes, entonces, proclamaron calderonianamente la derrota del Estado, según ellos indefenso en manos de la inercia y la inacción del presidente Mariano Rajoy, y clamaron épicamente por la intervención inmediata en Catalunya en nombre de la libertad, la democracia, la dignidad y, en general, todas las grandes palabras que pudieron encontrar en el diccionario, son ahora quienes más felices chapotean en el lodo del chantaje institucional y más y mejor se ceban con los desechos que les va tirando el comisario Villarejo. Para una parte no menor de las élites políticas, económicas y mediáticas y varios millones de votantes medios españoles, hace un año se perdió una oportunidad de oro para arreglar Catalunya, desalojar a los nacionalistas de las instituciones y restaurar el sagrado orden constitucional, celosamente guardado entonces por los sumos sacerdotes de Ciudadanos y hoy en abierta disputa con los arrepentidos populares, de vuelta al redil del puritanismo constitucional.
Tanto les dolió que se desaprovechara entonces la activación del 155 para, por ejemplo, cumplir su sueño de castellanizar TV-3, que no han hecho otra cosa en todo este tiempo que reclamar una nueva aplicación, pero esta vez sin contemplaciones. En su análisis, la única manera de arreglar el autogobierno catalán consiste en suspenderlo hasta que aprendan a utilizarlo como deben. Ni Ciudadanos ni PP tienen un programa de gobierno para Catalunya. Si mañana les dieran la Generalitat, a parte de ocuparla, no sabrían qué hacer con ella. Todo su programa es que no gobiernen los otros, igual que el 1-0 toda su estrategia era impedir que votasen los otros.
Aunque no todo han sido malas noticias este año. De hecho, ya no están en el Gobierno de España los responsables del naufragio del Estado en Catalunya. Ahora, aunque sea en precario y a susto y bicho diario salido de las cloacas, gobiernan los representantes de quienes se escandalizaron con la violencia policial de aquella jornada y aún entendimos menos por qué no se pueden resolver estos desacuerdos como se hace en el resto del mundo democráticamente civilizado: negociando y votando.
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