ANÁLISIS
Guerra en Gran Bretaña entre partidarios del 'brexit' suave y el duro
Los 'tories' que reniegan de un acuerdo blando intentarán aprovechar el debate para asaltar al poder del Partido Conservador
Rosa Massagué
Periodista
Rosa Massagué
Aseguran quienes en Bruselas conocen los entresijos de las negociaciones del brexit entre la Unión Europea y el Reino Unido que ambas delegaciones ya se han puesto de acuerdo sobre el 80% de las cuestiones. Un gran avance, sin duda, pero el 20% restante lo forman las cuestiones más espinosas y más difíciles de cuadrar. En esta porción sin aclarar están el mercado único, la frontera con Irlanda y otra cuestión que siempre ha estado ahí, pero que hasta ahora no se había abordado abiertamente todavía, Gibraltar. Madrid se había asegurado el poder tener palabra en este punto y la visita ayer a Madrid del negociador europeo, Michel Barnier, sirve para definir y concretar las posiciones sobre el Peñón en el futuro.
Mientras, en Londres, la guerra entre partidarios de una salida con acuerdo o sin él se hace cada día más encarnizada. Christine Lagarde se ha sumado a la panoplia artillera de la primera ministra, Theresa May, y su ministro de Hacienda, Philip Hammond, en defensa de la versión supuestamente suave propuesta por May conocida como la versión de Chequers desde donde la presentó en su día.
La directora del Fondo Monetario Internacional (FMI) avisó de que cualquier solución acarreará costes para todos (es necesario recordar que el brexit va a tener costes para todos), pero la versión dura, muchos más para el Reino Unido. En realidad, el informe anual sobre el crecimiento en este país, motivo de las declaraciones de Lagarde, ya no presentaba un panorama demasiado alentador. Y eso que la separación amistosa, la menos amistosa o la separación sin acuerdo todavía no se ha producido.
Enfrentamiento
A principios de este septiembre cantó un verderón, un yellowhammer, que es como se conoce en inglés a aquel tipo de jilguero. Era el nombre de un documento confidencial, que pronto dejó de serlo porque alguien casualmente lo fotografió y difundió, en el que se apuntaban los males que caerían sobre el Reino Unido si no había acuerdo. Entre otros, el documento pronosticaba una reducción del gasto público, un mayor endeudamiento anual y, algo muy sensible en un país que es una isla, como es el caos en puertos y aeropuertos.
El enfrentamiento se ha acelerado en estos últimos días. Porque el reloj va corriendo hacia marzo del año próximo, pero también hacia otra cita mucho más cercana que puede definir el destino final del brexit, pero también el de May y el de su Gobierno. La cita es en Birmingham el 30 de septiembre, cuando empieza la conferencia anual del Partido Conservador. Allí los partidarios más encendidos del brexit duro, incluso del brexit sin acuerdo, encabezados por el exministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, intentarán el asalto al liderazgo del partido. Y de conseguirlo, todo lo demás caería como un castillo de naipes en un episodio de guerra interna y de traiciones en el seno de un partido muy dado a solucionar sus conflictos por esta vía un poco tabernaria. Porque no hay que olvidar que el origen del brexit no es otro que la disputa por el poder en el seno del partido tory. En vez de cantar un verderón, a lo mejor graznarán los cuervos.
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