LA CLAVE
Trabajadores pobres
El trabajador que no llega a final de mes se ha forjado durante los diez años de crisis al calor de la desregulación del mercado laboral, la devaluación salarial y la irrupción de nuevos modelos de negocio basados en sueldos bajos
En España ha nacido una nueva clase laboral: el trabajador pobre. Se ha forjado durante los diez años de crisis al calor de la desregulación del mercado laboral impulsada por el PP, la devaluación salarial y la irrupción de nuevos modelos de negocio basados en sueldos bajos.
El trabajador pobre, término al que se ha referido la misma ministra de Economía Nadia Calviño, es el que a pesar de contar con un empleo no llega a final de mes y está muy lejos de cubrir sus necesidades básicas de vivienda, educación y alimentación. En el primer mundo era un fenómeno exclusivamente estadounidense durante finales del siglo XX, pero España ha logrado el triste récord de convertirse hoy en el primer país de la Unión Europa con una mayor tasa de trabajadores de bajos e insuficientes ingresos (13%).
Los que no pueden tener una vida digna a pesar de contar con un empleo o varios son en su mayoría los que encadenan contratos temporales por horas, por días o por semanas, una práctica, la de hacer contratos concatenados, que ha florecido durante los años de recesión con la justificación empresarial de "ganar flexibilidad".
Otros trabajadores pobres son los ocupados en la industria turística de bajo coste o en trabajos vinculados a plataformas tecnológicas de comercio electrónico que reparten, por poner un ejemplo, hamburguesas de cinco euros a domicilio. Está claro que los márgenes de este negocio son muy bajos y no se quedan en el lado del empleado que lo acepta con resignación.
El discurso institucional de los años de crisis se ha centrado perversamente en legitimar los sacrificios para salir de la recesión. Los salarios bajos se han aceptado como parte de la normalidad del mercado laboral. Y el mayor riesgo que existe actualmente es precisamente que la pobreza se enquiste, se convierta en endémica y se normalice socialmente. Convertir a los trabajadores en empleados dignos es un reto que no puede esperar, porque cuantos más años pasen, más difícil será retornar a lo que debe ser normal en una sociedad democrática y a lo que se derrumbó cuando cayó Lehman Brothers.
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