ANÁLISIS

17-A: desde el recuerdo

La primera manifestación de repulsa fue impresionante, la segunda nos dejó a muchos la sensación de que estaba contaminada por otras cosas

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Pere Vilanova

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¿Ha dejado la gente de París de ir a la sala de fiestas Bataclan? No. ¿Han bajado ustedes a la Rambla estos días? No se cabe, nadie ha dejado de ir, ni nosotros ni los turistas. Lo mismo se puede decir de todos los lugares de atentados terroristas en toda Europa y en todo el mundo. Cabe aquí una primera conclusión, nuestras sociedades no han dejado de hacer nada de lo que hacían, la gente ha seguido con sus vidas para bien y para mal. Esta es la primera gran derrota de estos desnortados jóvenes de Ripoll, o de otros lugares. La segunda gran derrota del Estado Islámico o Al QAaeda es que, contra lo que habían prometido sus  líderes iluminados, no han conseguido ninguno de sus objetivos tácticos, no digamos ya su gran horizonte estratégico: construir un califato en este mundo. El balance de este terrorismo y sus secuelas es dramático, pero a la vez nuestras sociedades han mostrado una resiliencia fuera de toda duda.

Quedan, desde luego, daños irreparables entre nosotros, los que fueron víctimas del atentado de la Rambla, los que allí perdieron amigos y familiares, e incluso todos los que nos sentimos afectados por lo absurdo de la violencia. También se sienten afectados todos los que, involucrados a su pesar en la situación, repasan una y otra vez la película de los hechos y piensan “¿Y si  yo hubiera hecho esto o aquello? ¿Y si en lugar de reaccionar así hubiera reaccionado de esta otra manera?” . Y esto vale para los Mossos d’Esquadra, los agentes de la Policía Municipal, o este turista italiano del que ahora hemos sabido que llegó a intentar agarrar, en la misma camioneta, al terrorista, que le amenazó: “¡Bomba!”. Tampoco podemos olvidar a las últimas víctimas, lo más absurdo de lo absurdo, que el terrorista  mató en su huida, ya lejos de la Rambla.

En el balance hay más cosas, positivas y negativas. Las políticas públicas para combatir esta lacra han mejorado en eficacia y en colaboración internacional entre fuerzas de seguridad de diversos países. También se ha consolidado la aceptación colectiva de que no hay sociedad de riesgo cero, de que no hay solución milagro a nuestro alcance. Y quien lo diga, miente. En el lado negativo, la volatilidad de les reacciones de algunas instituciones y de sus líderes. En el recuerdo, un año después, queda esta difusa sensación de que la primera manifestación de repulsa, espontánea, unitaria, la del “¡no tinc por!” fue impresionante por su sencillez y fuerza moral. La segunda, días después, nos dejó a muchos la sensación de que ya estaba contaminada por otras cosas. Desde la irrupción inaceptable de algunos grupos organizados, al final del recorrido,  para ocupar las primeras filas, con esteladas y gritos de “in-de-pen-dèn-cia”, a la sensación de que aquella no era la manifestación unitaria a la queríamos ir.  Y sobre  todo, a las dos semanas, la pantalla del “procés” ya había arrinconado el tema. Como mucho, el 'link' consistía en afirmar que la actuación de los Mossos, ejemplar por cierto, confirmaba que Catalunya ya estaba lista para la independencia.