EMPOBRECIMIENTO
Vidas devaluadas
La crisis fue la excusa perfecta para desmontar todas las luchas ganadas por generaciones de trabajadores
Najat El Hachmi
Escritora
Najat El Hachmi
El cocinero de barrio, en Barcelona, no hace su agosto. Somos los únicos clientes del restaurante en la noche más tropical del año. Agradecemos el aire acondicionado, el gran invento que expulsa el aire caliente a la calle y sube la temperatura de la atmósfera. El discurso ecologista, aunque diga verdades que hay que saber, ha inventado una nueva culpa. Todo está en nuestras manos, nosotros decidimos si seguir destruyendo el planeta o no. Quien no ha crecido en la era de la lucha por el medioambiente no conoce los pecados de esta religión y vive tan feliz. Los demás nos pasamos el día angustiados con la tapa del yogurt en la mano decidiendo a qué contenedor va.
El cocinero de barrio no me habla de ecologismo, me recuerda con lucidez el momento en que nuestras vidas empezaron a valer menos. Primero fue el euro. Dice que con la peseta aún le salían las cuentas pero el euro fue un desastre. De repente todo subió menos las nóminas. Hizo que me acordara del momento del cambio de moneda cuando pasé de llenar el carro de la compra con 5.000 pesetas a hacerlo por 50 euros. En todas partes se redondeó al alza. Cuando cruzábamos la frontera norte nos poníamos a calcular el equivalente en pesetas de los francos y se nos ponían los pelos de punta al descubrir lo caro que era ser europeo. Y nos volvimos europeos pero solo por los precios, no por los salarios. Recuerdo las quejas, el discurso del cocinero estuvo en boca de todos una temporada pero después dejamos de hablar del tema. ¿Qué podíamos hacer?
La crisis supuso la devaluación definitiva de nuestras vidas. La excusa perfecta para desmontar todas las luchas ganadas por generaciones de trabajadores. Asfixiar al empobrecido hasta sacarle todo el jugo: la vivienda, los derechos sindicales y sociales, la educación de calidad, la sanidad pública. Por destruir, destruyeron incluso la conciencia de clase, tan pasada de moda. Se calculan los costes de cualquier movilización, cualquier protesta que altere el normal funcionamiento de la vida, aunque esta sea una vida devaluada.
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