Opinión | EDITORIAL
Huelga de taxis y bloqueo de la ciudad
El sector tiene derecho a protestar pero no a sitiar el espacio público
La reunión entre el colectivo de taxistas y el Ministerio de Fomento celebrada en Madrid no fue mal para los intereses de los taxistas, según afirmaron los propios portavoces de los taxistas. El secretario de Estado de Infraestructuras, Pedro Saura, aseguró que el 15 de septiembre habrá en toda España un marco normativo consensuado con el sector para que los ayuntamientos asuman la capacidad regulatoria en materia de licencias VTC. La intención es reponer la legalidad de la proporción de una licencia de VTC por cada 30 de taxis. Saura aseguró que el Gobierno en el próximo Consejo de Ministros hará una declaración política formal de su compromiso con el sector del taxi, empezando así un proceso de reformas normativas.
Pese a ello, los taxistas decidieron mantener la huelga y el bloqueo de ciudades. En Barcelona, en una asamblea nocturna, los taxistas votaron a favor de continuar estacionados en la Gran Via y no levantar el bloqueo del centro de la ciudad. Argumentan que para levantar la huelga necesitan algo más que las buenas palabras del secretario de Estado, y exigen un compromiso por escrito. Resulta evidente que existe un grave problema de desconfianza entre los taxistas y Fomento, o dudas de que un cambio normativo como el que propone el Gobierno pueda llevarse a cabo. Fomento tiene pendientes reuniones con Cabify y Uber, las empresas que forman la otra parte del conflicto, y con las administraciones para estudiar el traspaso de las competencias.
Los taxistas tienen todo el derecho a mantener la huelga indefinida si las palabras del secretario de Estado de Infraestructuras no les merecen confianza plena y no tienen el documento firmado que exigen. El derecho a huelga está fuera de toda cuestión y las estrategias negociadoras solo competen a los representantes del colectivo. La huelga, al ser el taxi un servicio público por mucho que esté privatizado, tiene afectaciones sobre la movilidad y la vida cotidiana de barceloneses y turistas, pero estas consecuencias —no siendo desdeñables— son las mismas cuando otros sectores hacen huelga. Lo que no es de recibo es que a causa de este conflicto laboral se mantenga el centro de Barcelona bloqueado, con los perjuicios que ello conlleva. El taxi tiene derecho a hacer huelga, pero no a bloquear el espacio público.
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