Puigdemont y las falsas expectativas

El pasado otoño el soberanismo se chutó con dosis masivas de esta sustancia euforizante

Quim Torra y Carles Puigdemont, en la rueda de prensa que dieron en Bruselas, el pasado 28 de julio.

Quim Torra y Carles Puigdemont, en la rueda de prensa que dieron en Bruselas, el pasado 28 de julio.

Xavier Bru de Sala

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Josep Pla recomendaba fijarse en los detalles. Sobre todo en los que pasan desapercibidos. Empezamos, pues, con uno. La ANC ha requerido al presidente del Parlament, Roger Torrent, para que pague el sueldo a los diputados suspendidos por el juez Pablo Llarena. Puestos a desobedecer, si la estrategia alternativa encabezada por el futuro presidente del Consell de la República se basara en el realismo y Elisenda Paluzie no tuviera por misión inmediata en la vida aportar votos a la causa postpdecat, que es la causa postconvergente, debería haber solicitado al 'president' Quim Torra que libere a los presos. O como mínimo, que hagan caer a Pedro Sánchez si la fiscalía no retira los cargos. No funciona así. Los de Carles Puigdemont y ERC son juzgados de manera opuesta por actuar igual y votar lo mismo.

El trato diferencial de la presidenta de la ANC a Torra y Torrent no se debe tanto a un cálculo político -Paluzie se horroriza tanto ante la corrupción que era partidaria de defenestrar a Artur Mas cuando la CUP lo exigía- como a la pulsión optimista que siempre ha alimentado al catalanismo en tiempos difíciles. "El año que viene es el último, el próximo año se acaba, se conjuraban un año tras otro los resistentes al franquismo". Ya sabían que iba para largo, pero si no lo hubieran repetido habrían caído en el desánimo y el derrotismo. Las falsas expectativas forman parte del ADN catalanista.

El pasado otoño el soberanismo se chutó con dosis masivas de esta sustancia euforizante que son las falsas expectativas. A la vista del resultado, ERC decidió, en un giro sorprendente de largo alcance, que se acabó el dopaje.

Tanto por su situación como por exclusión de cualquier otro planteamiento alternativo al realismo de Esquerra, Puigdemont se apropió de las falsas expectativas. Por el momento le ha ido bien, por el momento. Ha consolidado un espacio político propio y ha hecho olvidar a muchos su pasado convergente. Pero debe de andar con sumo cuidado porque el 'procés' es como Saturno, o la Revolución Francesa según Robespierre, un monstruo que se come a sus hijos.

La llave electoral

Puigdemont tiene la llave de las elecciones autonómicas y podría tener la de las generales si presionara lo suficiente a los diputados pascalistes del PDECat. Contra la mayoría de mis colegas, la previsión plausible es que no utilizará ninguna de las dos (el año que viene, el año que viene) hasta que los sondeos no le anuncien que aumenta la ventaja sobre ERC. Por ahora, no es esa la tendencia.

Puigdemont no engaña a nadie que no esté dispuesto a autoengañarse. Los partidarios de las falsas expectativas tienen la memoria histórica catalana a su favor. Muchos las consideran imprescindibles para proseguir con el esfuerzo titánico de empujar la roca de Sísifo montaña arriba, ahora que pesa más del doble. La novedad está en ERC: primero desarrollar músculo, después a empujar monte arriba.

Las falsas expectativas son un caballo alado incapaz levantar el vuelo. Así es el catalanismo: las patas para caminar, las alas para darse ánimos. No para volar.