cumbre en Helsinki

Trump prefiere a Putin

Con independencia de las complicidades o intereses inconfesables que unen a los dos líderes, la reunión de Helsinki responde a un nuevo orden que desordena y se salta todas las convenciones conocidas hasta la fecha.

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Albert Garrido

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“La Unión Europea es nuestro enemigo por lo que nos hace con el comercio”, ha declarado Donald Trump a la CBS. Una frase que suscribiría Vladimir Putin, su interlocutor de hoy en Helsinki, cambiando el comercio por las sanciones impuestas a Rusia a raíz de la anexión de la península de Crimea y de la crisis ucraniana. Una frase que quizá no da para vaticinar un cambio radical en el vínculo que une las dos orillas del Atlántico, pero que sin duda perturba la vieja y sólida complicidad de Europa con Estados Unidos.

Por más matices que luego Trump introduce en esa rotunda afirmación –“eso no significa que sean malos”–, los regalos dejados por el presidente en forma de críticas dirigidas a Angela Merkel y Theresa May, sus exigencias en la cumbre de la OTAN y su proteccionismo sin fisuras diseñan un nuevo marco de relación con los aliados de siempre –al menos, hasta ahora– que permite al presidente subrayar otro matiz, uno más, tan perturbador o inesperado como el anterior: Rusia es solo un enemigo en “ciertos aspectos”. Esto es, aun siendo un enemigo, quizá lo sea menos que la UE, cuya competitividad justifica el castigo arancelario.

A primera vista podría parecer que Trump empuña el timón sin rumbo fijo e improvisa según el desarrollo de los acontecimientos. En realidad, está en marcha la impugnación del statu quo, que incluye acometer la competencia de China y la UE mediante la modificación de las reglas de la economía global, unirse a Rusia, que la quiere de vuelta en el G-7 para debilitar a los europeos, y gestionar los grandes focos de conflicto –Oriente Próximo, Corea del Norte, Irán y algunos otros– prescindiendo de los intereses de los aliados.

Intereses inconfesables

Con independencia de las complicidades o intereses inconfesables que unen a Trump con Putin, la reunión de Helsinki responde a este guión, un nuevo orden que desordena y se salta todas las convenciones conocidas hasta la fecha. La nueva lógica de la Casa Blanca –'America first'– incluye no solo un proteccionismo de efectos inciertos, sino la articulación de una red de alianzas que margine a Europa y limite la creciente influencia china. Si para ello es precisa una confusa relación de privilegio –de amor-odio puede decirse– con Rusia, bienvenida sea: es el precio a pagar por establecer el nuevo orden que la ultraderecha estadounidense tiene en la cabeza.

Frente a los teóricos que ven en el horizonte una segunda versión de la Guerra Fría, considerada perfectamente evitable por analistas como Richard N. Haass, gana enteros la idea de que Rusia es el aliado de circunstancias ideal para Estados Unidos porque las carencias de su economía –un monocultivo energético (gas y petróleo) sometido a los vaivenes del mercado– llenan de incógnitas su futuro político. Pero puede ser determinante en el presente y aun inducir a los europeos a aceptar las exigencias de Trump en materia militar a pesar de los pesares, a pesar de la insufrible falta de tacto de un presidente al que se le atribuye un conocimiento superficial de los asuntos mundiales.