ANÁLISIS

El subcampeón inmortal

Francia ha ganado gracias a su fortaleza física pero no ha seducido, a diferencia de Croacia

Ivan Rakitic, abatido tras un gol de Francia.

Ivan Rakitic, abatido tras un gol de Francia. / Afp / Francisco Seco

Albert Guasch

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Francia no ha enamorado a nadie. Muchos de sus jugadores cuestan una mina en el mercado futbolístico. Cualquier club les llenaría el piso de flores. Pero cuando se juntan, pierden todo encanto. Son sólidos, son fuertes y rezuman plenitud física. Y así ganan. Didier Deschamps, feliz por el trabajo de grupo, no trascenderá como un estratega descollante y seductor.

Su estilo ha convertido a Griezmann en un jugador por el que su dilatada decisión no habría merecido ningún documental. Mejor jugador de la final, fue declarado. Váyase a saber por qué. Todos los que le votaron saben que es un futbolista con mucha más sustancia de lo visto en este campeonato. También se ha hecho más irritante, huelga decir. Giroud, un delantero centro que no solo no ha marcado ningún gol sino que no ha chutado ni una vez a puerta, queda como paradoja de esta granítica campeona. El auténtico falso nueve.

Propuesta amable

Croacia ha ido enamorando a más y más aficionados. Por Modric, Rakitic Perisic; por su resiliencia en todos los cruces agónicos; por su propuesta amable y su historia de superación de expectativas. Le espera un recibimiento parejo en su pequeño país al que recibirá hoy en París la selección de los ‘bleus’. Y se le recordará como una de las grandes subcampeonas de la historia de los Mundiales. Como aquella Holanda de 1974 de Johan Cruyff. El premio de lo inmortal, que sabe agrio al principio pero dulce después.

Y para el recuerdo de este maravilloso Mundial quedará el VAR. Ha sido un éxito incontestable. Pero no conviene olvidar un detalle: el videoarbitraje no destierra por completo la subjetividad arbitral. ¿Mereció ser castigado como penalti la mano de Perisic? Pues depende.