Tan juntos que son pocos

El entorno de Puigdemont y Torra está atrincherado en la pureza independentista y expulsa a los discrepantes como traidores mientras utiliza a los presos como chantaje

El president Quim Torra asistirá a la inauguración de los Juegos del Mediterráneo en Tarragona.

El president Quim Torra asistirá a la inauguración de los Juegos del Mediterráneo en Tarragona. / periodico

Albert Sáez

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Quim Torra fue finalmente al acto con el rey Felipe VI. Sudó lo suyo par justificarlo, amenazado por la última ocurrencia de sus incondicionales: enviar una carta al monarca para exigirle que pida perdón y que se siente a negociar. Las lagunas jurídicas de Josep Costa, vicepresidente del Parlament, empiezan a ser un lastre. La denuncia contra Llarena debía ser una querella y la querella contra Rajoy resultó inerme contra un mero registrador de la propiedad. Mientras, la última crisis en este núcleo duro del legitimismo resulta más que paradójica. Los neófitos de Junts per Catalunya se han cabreado porque el PDECat quiere utilizar sus siglas en las elecciones municipales. Los tertulianos metidos a diputados ignoran que los espacios electorales y la presencia que tuvieron en la campaña electoral se debía a que son una continuidad del partido de Mas. Y que David Bonvehí registró el 22 de diciembre la marca "Junts" seguida del nombre de todos los pueblos de Catalunya. Pero ahora se dan cuenta de que ese podía ser un mal negocio. Y su alternativa ha sido crear un nuevo partido político: Junts per la República, curiosamente inscrito por los mismos que hace unos meses engendraron el Moviment 1 d'Octubre. La verdad es que esta borrachera de simbolismo les va a matar.

Lo más curioso es que de tanto ir juntos al final se van a quedar solos. El perímetro de Junts per Catalunya es justo la mitad del que tuvo Junts pel Sí en su momento. Y todo indica que el que podría tener un hipotético Junts per la República sería menos de una quinta parte. Está claro que cuantos menos son, menos gente cabe a su lado de tan apretados que están y de tan poca cintura que demuestran. ¿Y por qué una parte del independentismo cede a su chantaje? Pues fundamentalmente por el uso que hacen del sufrimiento de los presos y de sus familias. Por mucho que los TurullSánchezJunqueras y Romeva se desgalliten pidiendo ampliar la base del independentismo, los mediocres que rodean a Torra y a Puigdemont los vacunan ante cualquier duda en nombre de la legitimidad de lo reprimido. Mientras esa actitud persevere, nadie moverá un dedo para acercar a los presos porque saben que es el antídoto más eficaz contra la posibilidad de que el independentismo consolide una mayoría.