LA CLAVE
El registrador
Tiene que haber una historia que contar, una tragedia, o una comedia, en el guion que los acontecimientos le han escrito a Rajoy
Joan Cañete Bayle
Subdirector de EL PERIÓDICO.
Periodista y escritor. Transición digital y audiencias. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (junto a Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
JOAN CAÑETE BAYLE
Hay una historia oculta en esas imágenes, Mariano Rajoy paseando por el paseo Marítimo de Santa Pola, entrando en el registro de propiedad para retomar la plaza que ganó y que dejó en 1981 para dedicarse a la política. Tiene que haber una historia que contar, una tragedia, o una comedia, en el guion que los acontecimientos le han escrito a Rajoy: pactar con el PNV para aprobar unas Presupuestos que le garantizaban terminar la legislatura, la sentencia de la Gürtel, la moción de censura, el cambio de bando del PNV, la caída, la apresurada mudanza de la Moncloa, el abandono del partido, el regreso a Santa Pola. En poco más de un mes, Rajoy ha viajado de la épica de la política a la prosaica burocracia, tiene que haber una historia en algún sitio sobre esta vertiginosa ‘road movie’ que va de Madrid a Santa Pola.
Lo efímero del poder
¿Tiene el corazón roto Rajoy? ¿Guarda rencor a propios y ajenos? ¿Por las noches piensa en Luis Bárcena, en el Bigotes y en José María Aznar? ¿Se arrepiente del ‘Luis, sé fuerte’? ¿Sigue las noticias, las primeras decisiones de Pedro Sánchez, la pugna entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal? ¿O acaso para el ciudadano Rajoy el telediario de TVE ya no es lo que era, pone la tele para ver el Mundial y poco más? Tiene que haber alguna historia oculta tras la pátina de impasibilidad de Rajoy, alguna enseñanza sobre lo efímero del poder, alguna moraleja acerca de la normalidad con la que un presidente del Gobierno regresa a su vida tras dedicarse al servicio público, nadie es tan anodino como para que un guion tan trepidante, tan vertiginoso, tan cruel, no deje de poso una historia que contar. Ni siquiera Rajoy es tan, como diría él, normal.
¿Puede ser normal el registrador Rajoy? ¿De verdad renuncia a puertas giratorias, rechaza convertirse en un jarrón chino, solo busca ese anonimato que es olvido tras 19 años de servicio público? ¿No hay ambición de perdurar, un legado que defender y que reivindicar, tan solo un café en el bar donde ya le conocen y le dejan el ‘Marca’ a mano en la barra, una pareja de clientes que se dan de codazos cuando él consulta unos papeles, ¿no es este M. Rajoy? No puede ser, pues es clavadito. ¿No le importa a Rajoy el qué dirán de los historiadores, modelar su relato, contar su historia?
No lo creo. Incluso Rajoy tiene una historia que contar. La suya se podría titular ‘El maestro del tiempo’.
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