Análisis

Una derrota de ERC y la CUP

Suman más votos que JxCat y podrían haber planteado un candidato alternativo a Torra, pero no se han atrevido

Pere Aragonès, en el consejo nacional de ERC

Pere Aragonès, en el consejo nacional de ERC / RICARD CUGAT

Roger Palà

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Durante los últimos años, el independentismo había apostado por huir de los esencialismos y los debates identitarios y lingüísticos. La clave del éxito del 'procés' ha sido plantear la independencia como medio para lograr mejoras sociales y de profundización democrática. Esta estrategia le ha permitido crecer hasta convertirse en la corriente central de la política catalana. En el soberanismo tenía que caber todo el mundo, hablara la lengua que hablara y se sintiera más o menos catalán.

Un aspirante con perfil social habría tenido más cintura a la hora
de pactar con otros actores y construir puentes con 'comuns'
o con el PSC

La elección de Quim Torra como nuevo presidente de la Generalitat supone una enmienda a la totalidad a esta línea. Torra representa un independentismo conservador y nacionalista. No son solo "unos tuits": basta con hacer un vistazo a sus numerosos escritos de los últimos años para constatarlo. Torra puede ser un granero de votos para Ciudadanos y un problema para la proyección de la causa de la autodeterminación de Catalunya en el ámbito internacional, como demuestra el tratamiento que ha dado la prensa europea a su elección.

Torra, un presidente de derechas y nacionalista, ha sido investido con el aval –tácito o directo- de dos partidos independentistas y de izquierdas. Y en esta ocasión, el apoyo de ERC y la CUP no puede argumentarse por la consecución inminente de la república catalana o por la proximidad de un nuevo día D en forma de referéndum. ¿Cómo es posible que republicanos y 'cupaires' hayan terminado avalando sin prácticamente debate un presidente que supone un proyectil a la línea de flotación de su discurso social?

Todo ello deriva de la gran capacidad que ostenta el 'món convergent' de marcar el relato político del soberanismo, y de la incapacidad del independentismo de izquierdas de plantear alternativas. Durante los últimos meses, ERC y la CUP en ningún momento han dejado de asumir la lectura que Junts per Catalunya hizo de los resultados del pasado diciembre: Puigdemont era el "presidente legítimo" e investirlo era una forma de "hacer república". Cualquier otra cosa era prácticamente una traición. De asumir el ‘Puigdemont o Puigdemont’ se ha pasado muy fácilmente a aceptar 'Puigdemont o lo que diga Puigdemont'.

Pero JxCat sacó 940.000 votos. En cambio, ERC y la CUP, conjuntamente, rebasaron el millón de votos y los 36 diputados, superando la candidatura del 'president'. El equilibrio ideológico dentro del bloque independentista, pues, está decantado hacia la izquierda. Por todo ello, tal vez una alianza entre republicanos y 'cupaires' habría podido plantear un candidato alternativo a Torra. Un candidato con perfil social, que habría tenido más cintura a la hora de llegar a acuerdos con otros actores y construir puentes con los 'comuns' o con el PSC.

Sin embargo, ERC y la CUP ni siquiera han sido capaces de abrir este debate. El independentismo de izquierdas ha preferido asumir la enorme contradicción que representa investir a Torra para no romper la siempre mistificada unidad soberanista. La decisión quizá ha ahorrado un incendio a corto plazo, pero puede tener costes importantes a medio y largo plazo si lo que quiere el independentismo es conseguir ampliar su base social. Mientras tanto, la derecha independentista -hoy más desacomplejada que ayer- sigue dirigiendo el timón.