LA CLAVE

El trabajo y la riqueza

¿Cómo se van a repartir las rentas en la era de la robotización?

Donald Trump, ayer, dirigiéndose a gobernadores y congresistas en la Casa Blanca.

Donald Trump, ayer, dirigiéndose a gobernadores y congresistas en la Casa Blanca.

Albert Sáez

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Alfredo Pastor condensó en las recientes Jornadas de Cap Roig sobre Economía y Retos Sociales, organizadas por la Fundació La Caixauno de los problemas centrales del momento: el valor del trabajo. En una síntesis brillante explicó que, desde la primera revolución industrial, el trabajo cumple tres funcionesel desarrollo de las personas, el contacto social y el reparto de las rentas. La cuarta fase de la revolución industrial abre enormes posibilidades en la primera función, las restringe en la segunda y, prácticamente, las anula en la tercera de manera que hace saltar por los aires este esquema. La globalización, por un lado y desde hace años, y la disrupción digital, por el otro y desde hace menos, ponen en cuestión que la ecuación entre capital, trabajo e impuestos haga una correcta distribución de la riqueza, entendiendo por ello el sustento mínimo de todas las personas y un nivel de desigualdad asumible. Aparecen en este contexto, como se vio en Cap Roig, alternativas como el salario mínimo, que defendió el economista Miquel Puig, y la renta mínima garantizada, que defendió la socióloga Cristina Sánchez-Miret. Se trata de fórmulas que ya no solo defienden los altermundistas, sino que también están encima de la mesa del Foro de Davos o de patronales como Cecot.

La cuestión es: ¿Qué sustituto podemos encontrar al trabajo para repartir de manera equitativa la riqueza en la era de la robotización de la producción? ¿Pueden los impuestos asumir más responsabilidades en este ámbito? Pastor se mostró partidario de más regulación para evitar que el mercado genere desigualdades y no solo reequilibrarlas a posteriori. No es fácil solucionar esta ecuación porque la desigualdad crece a tal ritmo que no solo genera pobreza, sino que amenaza la cohesión y pone en riesgo también a la convivencia democrática. Un asunto que no es menor, como señaló en esas jornadas Josep Ramoneda que advirtió de los peligros de un autoritarismo postdemocrático auspiciado por los populismos. La economía nos plantea cada día más retos que soluciones.

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