Los CDR como síntoma
Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
Astrid Barrio
Los autoproclamados Comités de Defensa de la República (CDR) han decidido intensificar sus acciones haciendo explícito en la calle su descontento con el encarcelamiento de los líderes del proceso y con la detención en Alemania del 'expresident' Carles Puigdemont. Ese mismo día convocaron manifestaciones ante las distintas delegaciones del gobierno, algunas de las cuales acabaron en violentos enfrentamientos con la policía.
Desde entonces se han sucedido cortes de carreteras, incluyendo autopistas y vías fronterizas, quemas de neumáticos, marchas lentas de vehículos, se ha rodeado la estación de Sants ante un fuerte dispositivo policial que se vio obligado a desalojarla, acciones todas ellas que han provocado la solidaridad de unos cuantos pero también las quejas de muchas personas que han visto afectada su libertad de movimientos por los actos de una minoría muy minoría pero muy organizada. Qué duda cabe que se han tomado muy al pie de la letra el lema "'Els carrers serán sempre nostres'".
Tanto que, demostrando no tener el más mínimo respeto por la propiedad privada, uno de los pilares de nuestra sociedad, incluso decidieron levantar las barreras del peaje de la A-2 en Montblanc, en un gesto con el que buscaban granjearse la simpatía de los usuarios después de una semana de inconvenientes en la circulación, que obviamente no es la manera más evidente de ampliar la base de apoyo al soberanismo.
Estos comités, que nacieron con el objetivo de defender los colegios electorales y de garantizar la celebración en el referéndum del 1 de octubre, ya reconocieron hace algún tiempo ni ser la ANC ni Òmnium Cultural y tener un punto mayor de combatividad que estas organizaciones. Por ello han dejado atrás la "'revolta dels somriures'" que estas defendían y aspiran a que suceda en primavera la revuelta que no tuvo lugar en otoño. Si entonces se hablaba de la estrategia Maidán, ahora se habla de la Primavera Catalana. Y si en aquel momento esperaban instrucciones por parte de los dirigentes del 'procés' que nunca llegaron, ahora, sin dirección, interpretan que su momento ha llegado.
El protagonismo de actores políticos tan fuera de contexto como los CDR en una democracia avanzada como la nuestra es una anomalía que solo se explican por el momento excepcional que está viviendo la política catalana. Por razones exógenas, el 155 y la judicialización, y por razones endógenas, la división interna. La combinación de todo ello ha provocado una práctica ausencia de vida institucional. El Parlament está casi paralizado y la mayoría soberanista no parece estar muy interesada en formar gobierno y en levantar el 155. Los partidos son incapaces de ejercer dirección política y hay una flagrante ausencia de liderazgos, más por su incapacidad y por las divergencias internas que porque los principales dirigentes estén encarcelados. Y así, sin instituciones, sin partidos y sobretodo sin líderes no debe extrañar, aunque sí preocupar, a quienes defienden la democracia representativa, que la calle, que solo se representa a sí misma, pueda acabar autogestionándose y ejerciendo el liderazgo.
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