Humor correcto o incorrecto

La ironía y las segundas intenciones han sido siempre armas afiladas y eficaces para burlarse de lo políticamente correcto

Imagen de 'La que se avecina'

Imagen de 'La que se avecina' / periodico

CARLES SANS

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Hace unos días le preguntaban en una entrevista a un humorista, guionista y presentador de televisión, si el humor en España había cambiado mucho en los últimos diez años, a lo que respondió: "Ahora hay que pensárselo dos veces antes de bromear con según qué". Los que nos dedicamos al humor hemos observado cómo en los últimos años la sociedad ha dejado de consentir, al menos públicamente, que se bromee sobre ciertos colectivos o algunos temas que antes sí eran objeto de burla y que ahora se han transformado en material sensible.  

La pregunta que debemos plantearnos es si esto supone un síntoma de progreso colectivo o si, por el contrario, se trata de una coacción a la libertad de expresión. Humor se puede hacer sobre cualquier tema; otra cosa es que ese humor divierta a todos. Hay personas a las que les parecerá de mal gusto e inapropiado hacer un chiste o un sketch en torno a un colectivo determinado, y sin embargo a otros les parecerá una muestra de libertad y de tolerancia. Personalmente creo que la tolerancia tiene mucho que ver en todo esto.

El último resquicio

El contexto es fundamental. En Telecinco se emite con gran éxito y desde hace once años La que se avecina, una serie cuyo contenido es con frecuencia políticamente incorrecto, y, sin embargo, por el contexto en el que se desarrolla y las características de sus personajes, no es ofensiva. Me temo que esta serie es el último resquicio en el que se pueden decir barbaridades que divierten y no ofenden, salvo evidentemente a aquellos que se pasan el día obcecados en ver en cada frase o en cada chiste una agresión a todo y a todos.

El humor ha sido siempre la válvula por la que nos hemos escapado de la imposición; la ironía y las segundas intenciones han sido armas afiladas y muy eficaces para burlarse de lo políticamente correcto. Propongo ser tolerante como espectador y a los humoristas demostrar habilidad para no ofender de manera gratuita, aunque evitando la autocensura. Un difícil equilibrio que, seguro, a algunos tampoco les hará ninguna gracia.

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