El mercado laboral
¡Que viene el duque de Alba!
Parece que hayan regresado las corveas del medievo, la obligación que tenían los siervos de trabajar gratis y regularmente las tierras del señor
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
El nombre de un brandy gran reserva y el del coco con que asustaban a los niños de Flandes que no comían o tardaban en irse a la cama, «¡que viene el duque de Alba!». También la cabeza visible de una estirpe que ya destacaba por su furor guerrero en tiempos de aquella reconquista que sumió Andalucía en el latifundismo. Pues bien, resulta que el heredero, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, ha tenido que retirar el anuncio que pedía estudiantes de Ingeniería Agrícola para realizar trabajos en los jardines del palacio de Dueñas, el mismo en cuyo huerto claro Antonio Machado vio madurar el limonero.
La oferta de la casa ducal, publicada en la bolsa de trabajo de la Universidad de Sevilla, estaba redactada con eufemismos parecidos a los de las inmobiliarias, que, cuando dicen «bombonera» o «ideal parejas», están vendiendo en realidad una caja de cerillas. Al parecer, el supuesto «paisajismo» suponía dos meses escardando hierbajos a coste cero. Todo muy hermoso, sí. Parece que hayan regresado las corveas del medievo, la obligación que tenían los siervos de trabajar gratis y regularmente las tierras del señor.
Subvenciones, exenciones y desprecios
Nada nuevo bajo el sol. La moraleja que encierra el anuncio encaja bien con el dulce aprovechamiento de las subvenciones europeas para sus tierras, con las jugosas exenciones impositivas y con cierto desprecio al jornalero andaluz por acomodaticio. Pero, de todas formas, aunque hayan caído chuzos sobre el duque de Alba, el empleo de becarios sin rascarse el bolsillo se está convirtiendo en una práctica demasiado extendida.
Tiran de ellos empresas, bufetes, radios, periódicos y chefs mediáticos sin pagar siquiera el bonobús de los chavales. Para que hagan currículo, alegan, cuando las posibilidades del mercado laboral español son para echarse a llorar. Todo es parte de lo mismo: aprendices de balde, de la misma forma que los sueldos han ido bajando de 1.000 euros, a 700 y vamos siguiendo. Si todo el mundo cobrara lo que toca, quién sabe, quizá la cacareada recuperación económica se iba a freír espárragos.
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