EFECTOS DE LOS RECORTES
La gripe mutante
En vistas de la cola interminable en el CAP, lo más sensato parece regresar a casa a curar la gripe como se hizo siempre, a base de caldo, cama y la reducción de la vida al mínimo
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
Estreno el año tal como acabé el anterior: secuestrada, como tantos otros parias del pañuelo, por esta gripe traicionera que ha cogido a los hospitales desprevenidos. Bueno, es una forma de hablar, porque ya se sabe cómo sobreviven las urgencias desde que empezaron los recortes y se acuñó la costumbre de las listas de espera o de enviar para sus casas a pacientes recién operados sin que hayan transcurrido siquiera 24 horas desde la intervención.
El CAP del barrio, hasta los topes, a rebosar de abuelos con bronquitis crónica que se fumaron la vida entera. Una sinfonía de toses y suspiros bajo los fluorescentes. Dos horas largas de espera para que los atienda una doctora inhumanamente desbordada. Dirán que la culpa no la tienen las retallades, por supuesto, sino una cepa diabólicamente mutante que, encima, embiste antes de que se reanuden las clases en los colegios. La que se viene encima, y a todo esto, el conseller Antoni Comín, responsable del tinglado sanitario catalán, en Bruselas, hologramático en la distancia.
1.200 camas menos
En los últimos siete años, los hospitales catalanes han perdido 1.200 camas, pero, como esto queda poco fotogénico explicarlo, el Govern ha insistido en que los del año 2017 han sido los presupuestos más sociales de nuestra historia. La era de la posverdad va acumulando retruécanos.
En vistas de la cola interminable, lo más sensato parece regresar a casa a curar la gripe como se hizo siempre, a base de caldo, cama y la reducción de la vida al mínimo indispensable. Antes de salir, observo que una de las enfermas del ambulatorio, con ojeras de agotamiento, la pobre, lleva un lazo amarillo prendido en la solapa del abrigo.
Unidas en la realidad de la tos, pienso que, desde luego, habría sido el mejor regalo de Reyes para todos que Oriol Junqueras y los Jordis hubiesen sido excarcelados por el Tribunal Supremo porque ese gesto habría devuelto un mínimo de normalidad a la vida política, habría desbloqueado la situación para acometer de una vez por todas lo que de verdad importa. Para dejar de vivir en esta febrícula alucinatoria.
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