Peccata minuta
Hay que mojarse
No me parece mal lo de Tabarnia, aunque el nombre, propio de una república imaginada por el Hergé de Tintín, sea mejorable
No me parece mal lo de Tabarnia, aunque el nombre, más propio de una república imaginada por el Hergé de Tintín que de una posible y regada realidad, sea mejorable. Propongo nombres más feos, menos altisonantes, como Barcico (Barcino+Tarraco: 2) o Barnaco (Barna and Company), privilegiando así, como debe ser, la capital sobre la provincia.
Otra posibilidad sería empezar a pensar seriamente, con vistas a las próximas o inmediatas elecciones, en el PaLiCa (Partit Litoral Català), cuyo himno no debería ser el Mediterráneo de Serrat (canción ya pretendida para otros usos) ni El meu amic, el mar, de Llach, dado que su autor nació en un lindo pueblo de tierra adentro desde cuyo campanario no se adivinan oleaje ni horizonte. ¿Nuestro eslogan electoral? La mar de bien.
Este muy húmedo partido contaría con ideólogos de renombre internacional como Charles Baudelaire («¡Homme libre, toujours tu chériras la mer...!»), Paul Valéry («La mer, la mer, toujours recommencée...»), José de Espronceda («Con diez cañones por banda...»), Ernest Hemingway (The old man and the sea) y así hasta mil. El gobierno que presidiría por mayoría abrumadora el PaLiCa, dispondría, naturalmente, de ejército de mar, basando sus efectivos en las golondrinas del Moll de la Fusta, los menguantes cruceros que aún recalan en nuestras aguas, así como –si la necesaria naumaquia para hacernos con la obstinada costa gerundense así lo requiere–, la expropiación forzosa de yates, veleros, barcas de pesca y barquitos de papel anclados entre Sant Carles de la Ràpita y Malgrat (de Mar), todos bajo mandato de acreditados lobos de mar como Haddock, Acab, Nemo o Chanquete. Habría que consensuar por referéndum si la bandera pirata sería la más oportuna, o bien recuperar la enseña de aquellos míticos delfines que recorrían a nado el Mare Nostrum con las cuatro barras tatuadas en su lomo.
La pérdida de grandes enclaves marítimos
Conscientes de la enorme tristeza que provocaría en la futura militancia paliqueña la pérdida de grandes enclaves marítimos como Lloret, Palamós, Port de la Selva o el fronterizo y benjaminesco Portbou, podrían establecerse puntuales intercambios de castells por habaneras, xató por gambas, Ruscalleda por Can Roca y Miró por Dalí; también la diplomacia debería ponerse a pactar de inmediato (paella, fino, flamenco, pescaíto frito...) con los puertos, playas y faros comprendidos entre Vinaròs y Algeciras.
Por si no hubiese quedado suficientemente claro, el PaLiCa, enemigo de las estructuras provinciales que propone conservar Tabarnia, ofrecería solo sus líquidos servicios a los pueblos o ciudades que linden estrictamente con la mar salada: ni Cornellà ni Terrassa ni Sabadell ni hostias. Hay que mojarse. ¡Feliz 2018!
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