Debate soberanista
El 155 le ha salido mal a Rajoy
El presidente del Gobierno ha demostrado hasta la saciedad que carece de recursos y de instrumentos políticos para abordar el asunto desde la perspectiva del diálogo
Carlos Elordi
Periodista
CARLOS ELORDI
Todos los sondeos publicados coinciden en que el bloque independentista renovará su condición de primera fuerza política dentro de dos semanas. Y en que podrá volver a gobernar. Si aciertan, el 21 de diciembre mucha gente en España se preguntará si valía la pena aplicar el artículo 155 tal y como se ha hecho. La más de derechas dirá, ya viene haciéndolo, que habría hecho falta más dureza. Otros, y puede que no sean muy pocos, pensarán que tal vez la vía del diálogo habría sido mejor. Pero para todos ellos Mariano Rajoy aparecerá como un líder incapaz de resolver la crisis.
Para muchos resulta además incomprensible la andadura judicial del asunto. Que la querella del difunto fiscal general Maza y la consiguiente iniciativa de la Audiencia Nacional hayan quedado arrumbadas a manos del Tribunal Supremo, que incluso ha retirado la orden europea de detención contra Carles Puigdemont. Ni a propósito se podían haber hecho tan mal las cosas. El ministro de Justicia se ha lucido.
Ni un atisbo de esas reflexiones críticas aparece en la prensa madrileña y tampoco en las tertulias, que se limitan a atacar cada vez con más ardor al independentismo y a sus líderes. Que son los mismos que hace unos meses. Por ejemplo, a la vuelta del verano. Y entonces nadie se acordaba de ellos en esos ámbitos.
¿Qué ha desatado esa pasión antiseparatista? ¿El 1 de octubre, la DUI? En parte sí, claro. Pero seguramente también el interés en cegar la posibilidad de que alguien diga que la inacción del gobierno de Madrid ha sido una de las causas del estallido de la crisis. Eso y también la de que se aireen las meteduras de pata del Gobierno. Las campañas no solo se hacen para pregonar algunas cosas, sino también para ocultar otras.
Fracaso del Gobierno
Pero volvamos a lo que puede ocurrir si los sondeos aciertan. Estos dicen que, a menos que se produzca un vuelco electoral de última hora, el nuevo gobierno no será de signo constitucionalista o unionista. Y que el PP será el partido menos votado. Lo demás es una incógnita. Cuya solución es fundamental para los catalanes. Pero a los demás ciudadanos españoles seguramente les bastará con saber que esos primeros resultados suponen que la estrategia del Gobierno de Madrid ha fracasado y que las cosas vuelven a estar más o menos igual que el primero de octubre.
Rajoy puede sufrir por ello. Primero porque ha demostrado hasta la saciedad que carece de recursos y de instrumentos políticos para abordar el asunto desde la perspectiva del diálogo, que es lo que debería imponerse a partir del 22 de diciembre. Segundo, porque va a estar muy presionado por Ciudadanos. Hasta hace nada el PP casi despreciaba a Albert Rivera. Ahora no va a tener más remedio que tenerle muy en cuenta. E incluso seguirle en algunas cosas que no querría.
Si, además, Miquel Iceta cosecha un buen resultado, la postura del PSOE puede cambiar. Pedro Sánchez podría animarse a imponer su criterio al sector clásico del partido, que le exige entendimiento absoluto con el PP. Y Rajoy perdería un aliado fiel.
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